Porque cuando sueño despierta me pierdo en la cama. Pierdo el horizonte, la ubicación de mis sentidos. La luz debajo de la puerta cambia de lugar. Acostumbro a mis ojos a la penumbra. Está tan oscuro. Los bultos se confabulan para hacerme perder el norte. Lo que toco no tiene sentido. Los Algo regresan a la tercera temporada de una vida circunspecta
Estoy atravesada en la cama. Pretendo llegar a la orilla, pero no está. La cama se ha convertido en un extenso territorio amorfo. Parpadeo lentamente. De nuevo miro el entorno de la recámara. ¿Dónde estoy?
Mis dedos palpan la almohada de los pies. La ubico; no así el apagador. Sigo moviéndome en este inmenso desierto de sábanas negras. Repto al sitio donde los dedos han encontrado el vacío. Me aferro a la orilla cualquiera que sea, no quiero perder el hilo de mi circunstancia.
Logro ponerme de pie. Extiendo la mano derecha al frente, tocando un mueble que de inmediato reconozco como la cajonera No es el librerito al lado del buró. ¿Qué estoy haciendo ahí?
Despierto a Laura para decirle que estoy extraviada. Enciende la luz. Puedo ver la puerta, ¡estoy del lado contrario!
La inquietud no me deja volver a dormir. Nunca me había pasado. Es que nadie puede perderse en su habitación.
Cuando por la mañana cuento mis pesadillas, el desconcierto hace presa de los rostros de mi familia. Hace poco desperté de una siesta preguntando qué día era. En mi cabeza llevaba dos días de atraso.
Otro día desperté tratando de recordar quién estaba conmigo arriba. Tuvieron que pasar varios minutos para recordar que estaba sola en casa. Y cuando grito un nombre, mi extraña voz me asusta.
Podría seguir contando mis miserias, pero todo es más de lo mismo. Y esta pandemia que no da tregua. No puede verme el neurólogo. Estos eventos han sucedido después de la caída por las escaleras. Quizás eso tenga que ver.
A lo mejor se desconectaron los cables en mi caja de ideas. O tal vez el arte de la imaginación se está mudando a donde vive la realidad.
A lo mejor estoy entrando a un mundo desconocido donde mis recuerdos van quedando en el olvido, haciendo que lo real se vuelva imaginario.
En el mundo al que me asomo, las sombras han vuelto a distraerme. Algo sucede dentro de mí, un universo paralelo abriendo sus puertas a la pérdida de la cordura.
¿Sabré cuando la realidad se haya difuminado dentro de mi cabeza o estaré perdiendo el arte exquisito de pensar fuera de ella? Vida selecta.
Pocos son los que lo logran. No todos tenemos la sensibilidad para ver el mundo al interior nuestro con los ojos de otro. Decimos ¨qué bonito¨ pero por dentro pensamos: ¨su madre sabe qué quiso decir¨.
Así las cosas. Los artesanos manejan con maestría el arte incomprensible del vivir plasmándolo en su trabajo. Lo muestran y poco les importa si a quienes como yo no vemos más que ¨unos pajaritos¨, una dama de cabeza extraña. Una pintura barroca, el grito desmesurado de un ser raro.
El arte está vedado al entendimiento de la gente ¨normal¨, los entendidos, cultos seres de finura exquisita. Quizá la vida o los demonios que cargamos nublan la vista del alma. Alma negada a la existencia cuando es ella quien les muestra lo invisible a los ojos.
Torpe de entendederas caigo en el común de la gente que no de la gente común. Hay días como hoy en que amanezco de aquella manera que ni yo me entiendo,
Algunos somos una mala copia de sí mismos o de otros que se dieron el lujo de embellecer el mundo.