(Textos para leer sin prisa en las madrugadas de relojes carentes de manecillas)
No pretendo hacer una apología de mis pesadillas, lo que quiero es dejar constancia de ellas por si algún día mi psicóloga favorita encuentra interesante estudiar mi caso. Tampoco creo que sea fascinante ni siquiera como proyecto a largo plazo pero por lo menos podrá distraerse de su habitual exorcismo de almas.
Me siento chango.
Mi Yo interior incapaz de todo y nada, dedica su vida a merodear nocturnidades lejanas. A las diez de la noche exactas viajo a través del tiempo para instalarme cómodamente -cuando suceden las pesadillas- en la casa paterna (algo hay en esa casa porque son el principal escenario de mis delirios nocturnos).
La casona situada a la orilla de la carretera está cercana a la primaria donde más de cuatro generaciones de Los Apellidos Ilustres -yo incluida- aprendieron a balbucear los primeros fervores patrios.
Cruzando la carretera pero por debajo existía un puente oscuro a pesar de la luz del día. Sombrías paredes guardianes de miedos infantiles. ¡Corre, Corre que te va a salir el muerto!
Cuando de pequeños necesitábamos cruzar al otro lado, lo hacíamos por dicho puente como almas que lleva el diablo. Nos daba miedo que nos saliera uno de los tantos fantasmas perdidos cuyos cuerpos en vida fueron atropellados por los coches que circulan a alta velocidad. La carretera de la muerte le pusimos debido a los muchos accidentes que ahí ocurrían.
-Pobrecitos muertos, -¿de ónde serían tü?-
-Pos sepa mana-.
-Han de ser juereños-
-Sabrá dios manito-
-Pobrecitos muertos, -¿de ónde serían tü?-
-Pos sepa mana-.
-Han de ser juereños-
-Sabrá dios manito-
En fin, de viejo -hoy me parezco a ti- un pequeño recuerdo desencadena sinfín de vivencias pasadas obligando al olvido cruel de la memoria los hechos que en su tiempo eran cotidianos.
Caput
Primera, segunda y tercera llamada, comenzamos pa´ ahorrarnos tiempo.
¡Pásele pásele señito! ¡Llévese tres pesadillas en el mismo sueño! ¡Llévelo, llévelo! ¡Oiga, mire, vea!
¿Le pongo tres pesadillas pa´ llevar mi seño? ándele, estamos en oferta.
¿Ton´s qué?
Precaución:
Antes de dormir asegúrese tener siempre a la mano un acompañante por si la pesadilla se pone de pelos y tengan a bien despertarle en el paroxismo del terror de un mandarriazo entre ceja, oreja y media madre.
Capítulo I
En el sueño también se sueñan sueños.
Trabalenguas embusteros.
En el primer intento de la búsqueda perentoria del sueño profundo, veo a una persona muy cercana a mi, con la cabeza echada a un lado, pareciera que está dormido, no me atrevo a despertarlo. Está con su familia. Hay algo amorfo a sus pies, indicativo de que algo malo sucede. Lo miro. No hago nada. O si, me pregunto quedito si acaso está muerto. Me asusto. Inmóvil quedo ante dicho cuadro. Realidad absurda. Esto no puede estar pasando. No.
-A ver tócalo-
-Nel, mejor tócalo tú a ver si cierto que eres tan machito-.
Perdiéndose sin saber cómo en los laberintos morbosos del sueño, mi Yo aparece en otra escena de esta tragicomedia en tres actos y un plus metido a la de sin susto.
Capítulo II
Ojos azul moribundo
Incapaz de recobrar el hilo de la historia, mi Yo interior se sitúa en la gran sala de la casa de marras. Sin entender cómo, veo a mi Alter Ego perro con el pelaje gris y la mirada cubierta de una tela de azul moribundo. (Nota de la autora o sea yo mera: Mi Alter Ego perro y Yo tenemos un pacto no escrito de morirnos juntos).
Al verlo moribundo, corro -en mis sueños no estoy enferma- hacía él. Lo abrazo con lágrimas en los ojos -ni modo que en dónde- y grito como si estuviera en telenovela chafa: ¡Nooo! ¡Mi perrito no!
Lo tomo entre mis brazos y echo a andar a la cocina. Cuando reacciono llevo en mis manos al Alter y a una muñeca antigua, sin pelo, sin ojos y con un hilo grueso de sangre brotando de la cuenca derecha fundiéndose con otro hilillo escurriendo de la comisura de los labios. ¡Virgen del Chongo Parado, acógeme en tu santo seno!
Continuará...
(mañana le sigo porque ora si amiguitos este post es más largo que el último nombre que me inventé. Además pronto serán las 4am, acúerdense de lo que pasa a esa hora. Si no se acuerdan aí después les digo, ya no me entretengan que todavía me falta cruzar la sala, subir los trece escalones que me separan de mis aposentos y los pasos que nunca he contado para llegar a mi camita).
Descansen si quieren y si no, pus no.