Asomando la cabeza del sublime arte del dormir en la exquisitez de un tiempo indeterminado, abro los ojos a una oscuridad que no me incumbe.
¿Qué son las sombras sino temores camuflados en sombras vergonzosas? Algo hay ahí paralizándonos el miedo.
Somos niñitos agarrados de las enaguas de una madre escondiéndonos de lo desconocido sin imaginar que la madre está peor que uno, sin tener un pecho donde guarecer el miedo al tirano, monstruo omnipotente que duerme a su lado.
Los temores inducidos por una sarta de pastillas aberrantes pernoctan en el dispensador diario esperando la mano insegura, acudiendo a la hora en que el médico de orates lo ha dispuesto. Ni siquiera a mi boda fui tan exacta en mi cita con el destino. Soy la típica mexicana llegando tarde a todos lados, no por herencia sino por una costumbre adquirida.
Creo que a la cita con la huesuda llegaré con retraso. Eso me permitirá despedirme de aquellos que olvidé en la prisa diaria.
O quizás lleguen a mi mente otros rostros de tan amados fueron rezagándose para dar lugar a rostros nuevos.
Poetas y musas en juvenil esencia soslayando los placeres de un beso robado en la lógica existencia de lo infinito. Íntima poesía de versos ensombrecidos por el dejo de amor primero. Ese que no es amor pero como si lo fuera, guardándose en el baúl de los amores inconclusos.
¡Diablos! Qué hablo de amor si -como dijera Barry- nunca me han besado el ombligo.
Volvamos a las sombras compañeros, a un lugar en tinieblas al que la mayoría cuando se asoma al reino caído de la reina destronada de los hongos, lugar lúgubre al que los rayos del sol, piden permiso a las cortinas para poder entrar.
"¿Por qué está tan oscuro?", preguntan
Son las cortinas. Respondo rapidito antes que mi irascible carácter grite, '¡porque así me gusta, chingá!'
Sombras lúgubres sin forma ni estilo. Carentes de sentido conviven en las duermevelas constantes a las que someto a luchar al espíritu libre, habitante interior de este minúsculo cuerpo enfermo por desgracia.
Las sombras, residentes perpetuas de mi cabeza, inquieren la pregunta constante jamás contestada: "¿Qué hago yo aquí?". Soy un ente perdido en la vertiente de sus emociones, resignada a buscar respuestas donde no las hay.
¿Capisci?