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domingo, 17 de marzo de 2024

Antes del después

Cuando alguien llega a este blog lleno de palabras gastadas, empanizadas con polvo de olvido.
Énfasis sombrío, no me hallo de otra forma.
Difuminan la entendedera en palabras sin sentido.
Ecuánime y culto lector sal de aquí antes de arrepentirte por el vacío 
inocuo de un texto surrealista quizá.
¿Eh?
Hay palabras que no se llevan bien. Me lo dijo el otro día un escribidor borracho.

¡Knock! ¡Knock! ¡Knock!
-¿Enibary jom?- pregunta el despistado que llegó puchando uno y otro link.

Nadie responde. 

Entran echando un vistazo a lo inmediato. Posts desgastados, olorosos silencios tatemados por infiernitos volubles.
Mirada perdida en un lugar del infinito.

Jai, ¿Can yu hir me?

Última fecha del texto. Uhhh huele a abandono.
El inmediato es la constante del hoy. Si no estás, no existes.
Para mi el abandono empieza en el instante mismo que huyo de aquí.
Mi segunda vida,

Si les llama la atención leen los diferentes escritos que adornan el blog en pasmoso estilo churrigueresco junto con imágenes desnudas de tanto mirar.
Temo los espacios vacíos, como que tienen un dejo de abandono.

Mirada de soslayo que enamoró a uno que otro masoquista despistado cuando no se sabía de qué color era tu alma. Incluso en letras el amor se da a desear. Pa´ que no se diga que los amorosos pululan por aquí. Es cosa diferente en la igualdad. 
Me conquista ese sentir -según tú- pero no te lo digo para que no corras peligro de caer de lo alto de tu ladrillo.
 Querencia ignorada. Amores sustentables. De amor se tiñe la calma.
Capullitos de amor. Retoños de siemprevivas.

Alueguito se mira que sencilla no es por más que las palabras dictadas por el espíritu de un escritor frustrado en las noches aciagas de plenilunio cuando el sueño se demora en otros ojos.
Si la ves amigo dile que no se corte el pelo.

¡Jelou!

Asoma la cabeza alguien cotidiano. Taciturno lector costumbrista. Don let mi daugn plis. Te lo digo a ti silencioso artista de letras pausadas. Y a ti, a ti, a ti, y a ti, y al de más allá, y al de acullá. 
¿De qué tamaño es tu infierno?
Dime

Te vas. Se van. Te fuiste. Mejor no entro, esto huele a naftalina y a miados de gato.

Después de acariciar con ojos que arden de tanto mirar del amor eterno las últimas letras. Sales de este proyecto de escribicionista un tanto desolada por los cambios de miradas. Acróbatas del desafío diario de no enloquecer ante tanto que se lee en este mundo quesque virtual. Salir airoso del vertedero de lágrimas de algunos, victimistas otros, poetas vanguardistas, heroínas de mijitos, padres amorosos, solteros infalibles, groseros victoriosos. Yo sin ti y tú sin mi sobreviviendo los viernes a la vista de un acantilado. Tan cerca... Tan lejos.

¡Hola tú!

De puntillas pa´ no despertar a los espectros cierras con sigilo la puerta con un click suavecito.

Atrás de esta, sin haber hecho el mínimo ruido me dejo caer como caricatura pegadita a la pared donde todo el tiempo estuve mirándote. Mirándolos.
Mirándonos sin ver.
 
Ojos impávidos.

Suspiro -arrojo de valor tardío- musito: No se extraña lo que no se ha ido. 
Siempre he estado aquí en obligado silencio para no boicotear la vida perfecta que afuera construyo con zapatillas nuevas. 

Presta estoy a la consigna de lo estipulado. 
Tu Dios se ha puesto de mi lado. 
Aquí sigo sin esperar la muerte que un día ha de llegar.
Amas la vida. 
Secreto de confesión guardado en las entrañas
porque no quiero que piensen que tengo corazón.
¿Aluego qué sería de mi?












viernes, 15 de marzo de 2024

Y miren, yo tan sin embargo

Amigos míos, compañeros, cuates, broders, amics, tengo la mente atolondrada. El cerebro está al full de antidepresivos. El insomnio está cabrón. Las pesadillas no tienen fin. Alguien saltó sobre mí haciéndome pegar un brinco hasta el cielo raso. Puff menos mal, es Epi el gato de Laura. méndigo cachetón me pegó un susto que casi hace recobre la conciencia.

Vueltas y vueltas, vueltas y vueltas por ti. No puedo hacer ruido, Laura duerme a mi lado. Las resbaladas de mi cama se están haciendo frecuentes. alguien tiene que cuidarme. 

Entonces...

Hago un esfuerzo tremendo por no caer. Ayuda por favor. Ayuda por favor.  Ayuda... murmuro por lo bajo. Quiero que Laura me ayude pero no quiero despertarla. ¿Cómo entonces? pues ya, se levanta de prisa ayudándome a sentar al borde de la cama. 

La mente al full. El cerebro dicta una orden. Toma otra pastilla azulita. Aí voy. Luego Les diré algo, cuando estén en destino abrumado no toquen por nada el móvil. No, se los digo yo que de eso sé bastantito.

Los dedos no aciertan a puchar la tecla exacta. ¡Barbaridad! He querido redactar una nota y el dedo ha puchado ¨borrar entrada¨. ¿Qué?  No puede ser. borré el texto hermoso de Catalina. ¡Nooo! 
No puedo ponerme en pie. Decido quedarme en la cama. Intento reponer el texto, imposible. 
Lueguito aprieto la tecla y entonces ¡Dios de los eternos catatónicos ayúdame! Publico una entrada vieja.
¡Nooo!

Tomo media pastilla azul de nuevo. Este tremor me tiene en constante movimiento. ¿Quién puede vivir así?
¿Quién muere en el inter del sosiego?

En la cabeza suenan tambores de guerra.  El corazón toca como matraca traca traca traca. Sístole y Diástole en hecatombe nuclear.

Pasado el tiempo...

Los pies han adquirido una poca de fuerza. Me levanto y me voy al sillón de la marmota. Tengo mucho sueño. Reviso el móvil. Nada. Parece que nadie reparó la cadena de errores sufridos por mi pobre blog.

Entones miren, lo que quiero decir es que no se metan tanto amansalocos so pena de quedar así meritito como yo. Con el cerebro a tope, sin saber ni como me llamo.

Quiero dormir pero es imposible. Tengo brotes de ansiedad. Después de casi dos años de locura, el pánico asomó a mi vida de niu. Veo todo el trabajo que tengo por hacer. Me desvanezco en la cama. 
Laura se da cuenta. Me atiende, me regaña, me procura. 

Así hasta el más allá del atardecer. Y yo tan sin embargo.

Por eso os digo ¡Oh hermanos míos! manténganse sanos por toda la eternidad o al menos hasta que llegue la hora de colgar los tenis, o de entregar el equipo o morir.

Aléjense de todo dispositivo sino pueden aparecerles cinco llamadas perdidas, tres suscripciones a revistas literarias y un sin fin de rompecabezas armados.

Con su venia compañeros, paso a la pertinaz e inhumana desintoxicada. Mejor ser lo que se es que no ser lo que se quiso ser.


PD: Miren ustedes, son las 21.21 pm acabo de publicar este texto, y blogger dice que publiqué la entrada hace siete horas. O yo me estoy desafanando del tiempo o Blogger se empecina en volverme como endenantes.

Aí se lo haiga.










lunes, 11 de marzo de 2024

Los habitantes

 Catalina es uno de esos fantasmas que no hacen daño a nadie. Antes al contrario, en el mundo silencioso que habita, quisiera escuchar las voces de sus hijos los que hace mucho tiempo se fueron del nido para  perderse en  un mundo de dolores nuevos.

Catalina no anda sola en ese universo de sombras. Ella lleva cargando en sus delgados brazos a Néstor -primogénito de Emilia- a la que se ha acercado en sus sueños para decirle que arregle algunas cosas que en su mundo paralelo no puede.
Catalina está cansada, tiene el espíritu adolorido y las ansias inequívocas de terminar por fin la deuda que no le corresponde, pero que debe saldar.

Héte aquí que cada noche que pasa, Catalina carga amorosamente a Néstor -fallecido en la mala hora- y con él en brazos recorre la casa donde vivió toda su vida de casada.
Muestra al niño la sala, las recámaras, el patio en el que en las mañanas trenzaba los largos cabellos de las dos Marías -sus hijas mayores- a las que amó como ellas no se imaginan.
Le dice de la barda hecha de piedras desde donde se podía ver a la gente pasar y en la que en las tardes se sentaba con sus hijos a buscar nubes de formas volubles. Le platica del trabajo que a su abuelo le costó construir esa casa a la que hoy en día pocos quieren regresar. No los juzga. hay hechos que ni las mejores acciones pueden borrar,

Y así van en el transcurso de la noche recorriendo una vida que ya no está.
Catalina no sonríe, nadie le enseñó cómo dejar volar las sensaciones de entre los dedos y los labios rositas.

Hay un momento que es el que más ama Catalina -o lo que queda de ella- y es cuando llegan a la cocina, entonces sus ojos vacíos se pierden entre recuerdos y mares de lágrimas las que mojan -sin querer- la carita del niño.

Las escenas llegan a su mente sin darle tregua en tanto Néstor la mira sin lograr entender el por qué a su abuela le pone triste la cocina.
Catalina le dice con palabras queditas -para no despertar a los que duermen en la casa- que la mayor parte de su vida la pasó en ese lugar preparando cada día sin descanso la comida que daría al tropel de hijos que como pájaros en desbandada corrían a sentarse cuando ella  los llamaba a comer.
Cada uno tenía un lugar el que nadie más podría ocupar a riesgo de iniciar una batalla campal la que era terminada con un grito o con la amenaza de ser aquietados con una cuchara de madera que ella blandía sin misericordia.
Si el padre estaba presente nadie tenía permitido hablar a menos que él lo ordenara. Incluso Catalina estaba regida bajo ese régimen que nadie aprobaba pero al que todos se sometían. La mano dura y encallecida del padre era la mejor manera de hacerse obedecer.

La mesa blanca de lámina soportaba el golpeteo de las cucharas y el peso de las risas de los niños que nunca callaban cuando el padre no estaba.

Catalina recuerda con esa mirada lánguida que la caracterizó en vida, los momentos felices que pasó con sus hijos entre aromas de café y dulce de pera. El canto de Claudio -el gallo blanco- o los ladridos de El Dandy, el perro mascota de la familia que vivió toda su vida atado a una cadena sin poder nunca  ni querer escapar.
El fantasma de Catalina cierra los ojos vacíos y comienza a hablar. Ve a través del tiempo a la hija a la que no le gustaba la sopa y siempre era la última en terminar de comer. Aunque le dijera que la castigaría, el plato intacto quedaba a la espera de otro que quisiera seguir comiendo, que en eso de tener hambre, siempre había alguien.

Amó al hijo callado que aprendió a hablar ya muy grande. Nunca nadie entendió que no hablaba porque no tenía nada que decir. Cuando algo quería se limitaba a señalar con su dedo locuaz el objeto de su deseo.
Con el tiempo ese silencio se convirtió en el sello personal. Se volvió un ermitaño encerrado en el necio silencio del que nada le parece.
Catalina cuenta de los gemelos a los que la vida separó en el mismo momento de nacer por el fallo de un corazón inhóspito.
Habla de la hija mayor, callada y hacendosa que se convirtió en la segunda madre de los hermanos menores. 
Recuerda a la hija -la de pelo claro y huesos endebles- encerrada en su mutismo devorando libros en lo alto de las escaleras. 

Todos mudos.

Todos callados.

Todos sumergidos en un silencio grande como el vacío del mar sin agua.

Las horas nocturnas se van sucediendo en hechos caprichosos del tiempo ido haciendo que Catalina pierda la noción de lo que ocurre a su alrededor, mientras Néstor sumido en un silencio hereditario, va quedando dormido ante el largo recorrido de la abuela por sus memorias.

Sin darse cuenta, la noche va llegando a su fin. Los fantasmas  deben regresar al mundo inexistente en el que habitan. 
Cansada de recordar, Catalina echa un último vistazo a la cocina. Aprieta contra su pecho a Néstor y se sienta a esperar el día, junto a la estufa que le calienta los huesos cansados de cargar tanta desazón.

Conoce -como toda madre- lo que sus hijos sufren no en vano les heredó el silencio necio de los que nada necesitan ni siquiera un abrazo.
Dando un beso salado al niño comienza la partida al mundo donde nada existe. Ni siquiera ellos que son sólo el recuerdo de las culpas de otros que no terminan de pagar lo que no hicieron.

Son los últimos recorridos que hará a la que fue su casa. El permiso concedido para volver a arreglar lo que no la deja descansar se está acabando. 
Pronto debe regresar a las sombras pero, su retorno al valle de los inexistentes no será el mismo porque le ha dicho en sueños a Emilia lo que debe hacer para que al fin pueda descansar y sin miedo sonreír como en la vida nunca lo hizo.

Tantas cosas que decir perdidas en la garganta de los habitantes de la casa paterna. Miles de risas escondidas entre esas paredes que guardan secretos que jamás serán develados para no hacer daño a los que vienen atrás y que en una ironía de la vida podrían quedar mudos.

Descansa Catalina con la seguridad de que se paga lo que se debe y por la que tu no debes llorar más.

Pronto dejarás de sufrir y no habrá nadie más nunca que te haga llorar ni siquiera esos hijos mudos e ingratos que se debaten entre sus propios demonios en el mundo que ellos escogieron vivir.
Muy pronto descansarás al lado de Néstor mientras llega la hora de reunirte con quien has escogido para acompañarte en el descanso eterno.

Chao Catalina









Musa con cuernos

PARA LA MALQUERIDA

La Malque es un corazón de sol escondido y mil silencios largos. Es beso de agua y luz de ciegos en el desierto diario. La leo y me leo. La leo y la siento. La leo y la quiero. Vamos de la mano desconocidos y alejados por los caminos rotos y astillados de la vida cansada y del tiempo huraño. Refunfuñamos por todo y hasta en el infierno tienen miedo de que un día aciago lleguen nuestros pasos. Chocamos con mil horas arañamos las rutinas odiamos la compasión nos dan risa los ángeles y mucha pena los diablos. Nos cansa todo y más que nada el resto de los humanos. A veces herviríamos a los que nos rodean y otras daríamos la vida por hacer reír a un chavo. La Malque es un corazón de sol escondido y mil silencios largos. Toro Salvaje

Los Inmortales

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Ángeles de la fe

Yo traigo la verdad en mi palabra Vengo a decirte de un niño sin abrigo. Vengo a decir que hay inviernos que nos muerden, de la falta de un amigo. Vengo a contarte que hay luces que nos hieren, que existen noches sin whiskys ni placeres. Vengo a decirte que está cerca tu condena. Hoy una madre murió de pena. Déjame cantar, tengo vergüenza de ser humano como tú, en tu presencia. Descubrirme a mí mismo y en tu figura qué poca cosa somos sin ternura.