Héme aquí escribiendo manías en un día frío en que tu presencia se aleja de mi cada vez más. Lo quise hacer porque nadie me conoce -ni tú- y los que creen conocerme se llevarían un chasco al saber que ni por asomo soy lo que piensan. En las ocasiones -claro- en que me lleguen a pensar.
Y quién soy, más que una mujer llena de traumas y manías heredadas por la vida.
Manía de cortarme las uñas hasta el ras mientras cuento letras de tres en tres hasta que se me olvide en qué número voy y vuelvo a empezar en un conteo sin rumbo ni final. Rezar oraciones inventadas cuando le temo a dios. Cerrar mi puerta con llave y regresarme a ver si cerré bien. Tocar a los santos para que no me abandonen en las pesadillas que pueblan mis sueños. Mandarte mi fotografía una y otra vez esperando que un día me digas Bonita. Reconocerme todos los días en el espejo para ver si sigo siendo yo.
Manía de escuchar a Bunbury hasta la saciedad. Maniática de comer sal, tomar aspirinas hasta el punto de llevarme a un sin sentido.
Volver a contar de tres en tres hasta llegar al nueve y vuelta a empezar. Cortarme con los dientes los pellejitos de mis manos infantiles, que nunca han logrado ser femeninas. Jamás uñas largas porque los dedos me duelen y termino por castigar tal osadía cortándolas al ras.
¿Qué locura habita en mi que no termino de encontrar?
Soy mujer maniática que le pide perdón a las arañas por sacarlas de mi casa. Manías sin origen que sirven para llenarme de bolsos de mano que en la vida ocupo. Zapatos de mil colores regalados a la primera señora que pasó y de ahí jurar no volver a comprar más que las botas que corrigen mis pasos a esta edad en que los caminos deberían saberse de tanto recorrerlos.
Mirar en las noches la luna por si acaso la estás viendo-do quiera que estés- y nuestros ojos se unan en una amistad lejana como las estrellas que no termino más de contar.
Manía de hacerme la lista para que no piensen que estoy loca y me manden al manicomio. Manicomio, le tengo terror al manicomio. Mi familia sabe que si un día digo cosas sin sentido habré empezado a perderme y les he hecho jurar que nunca me llevaran con los loqueros a sufrir letargos onanistas.
Y en mis continuos desvaríos compro uno, dos, tres paquetes -los que sean- de calcetines blancos -nunca de otro color- blancos para recordar que así debía dejarlos en mi infancia. Sin mancha, como una recién nacida que ni siquiera el pecado de origen trae en su piel.
Manía de lavarme tres veces el cuerpo, tres veces el pelo, tres veces los dientes. Tres... siempre tres... tres tres tres.
He comprado perfumes al por mayor porque no me gusta el olor que el sol deja en mi cuerpo haciendo que me sienta así como ahora: Tan sin embargo pero perfumada.
Tan sin embargo, en un día de finales de octubre donde los muertos chiquitos -heredados de mis ancestros- han venido a darse cuenta que no... hoy no hay ofrenda porque me he deleitado recordando las manías culposas de una mujer así como yo... tan sin embargo adherida al número tres.