Laura, su amigo Betito y yo en una reunión de música cool.
Cuando era pequeña mi hija Laura tenía un amigo imaginario llamado Emilio.
Emilio era el dedo índice al que le dibujaba una carita, poniéndose a platicar con él cuando se sentía sola (tal como yo me siento a veces).
Kiku (Laura) vivió solitaria casi tres años hasta que nació su hermano. Siguió sintiéndose sola pero con un hermano que suplió a Emilio en repetidas ocasiones llegando a ser inseparables, tal como los dedos de la mano.
El amigo inventado supo mucho de ella. De los miedos nocturnos, de la soledad infantil a la que era sometida por no dejarla salir con las demás niñas por miedo a que le pasara algo o el rechazo de las mismas por sentirla diferente dado que llegamos de un lugar muy distinto al entorno en el que vivían.
Emilio era un amigo inseparable, de los que dejan huella en la infantil memoria.
Es -porque lo sigue siendo- el amigo del alma que acaba de cumplir 27 años. No tengo idea de si aún platica con él porque a riesgo de que la juzguen loca dudo que lo haga. (A decir verdad cuando viene a casa -y no le prestamos atención porque habla mucho- platica con Emilio pero eso es top secret, así que shhh!).
¿Qué adelantas sabiendo mi nombre...? Joaquín Sabina
Emilio y yo de paseo en jardínes utópicos
El caso es que ante mi incapacidad para hacer amigos reales, (virtuales tengo muchos, soy bendecida en ello), me inventé un amiguito imaginario. Ya saben que en eso de imaginar soy una chucha cuerera.
Mi amigo no tiene nombre. Es español, enojón, tiene los ojos azules, barba y un poco calvo. Le gusta Joquín Sabina -como a mi- además escribe de pocas, pocas pero poquísimas pulgas,
Todavía no hago que ame a Enrique Bunbury pero como ya estoy alucinando a Quique, no importa mucho que no le guste.
Casi no habla, es muy parco, le tengo que sacar las palabras con tirabuzón pero está bien porque yo hablo como loro huasteco entonces se compensa. Lo que no me gusta es que sea triste de morir porque yo también lo soy pero nadie es perfecto ni siquiera los amigos en su propia invención.
El problema era que no sabia cómo llamarlo. Había pensado en varios nombres como Sebastián, Alonso, Piero, David, Ricardo, Pucho, Gabino, Bruno, Pepe, ¡Ufff! hay tantos nombres que se me ocurren. Incluso pensé llamarlo Manolo pero no me gusta mucho.
Pero... (los peros son inherentes a mi) he decidido por mayorìa de votos míos y uno secreto, llamarlo Emilio y se acabó.
Y no vayan a pensar que estoy loca porque ando desvariando e inventando amigos, no no no no, lo que pasa que el viernes tengo exámenes médicos y me pongo friki porque me sacarán sangre.
Los vampiros médicos harán que trague una espantosa bebida que sabe a diablos para ver si tengo diabetes.
Para no preocuparme -porque soy tan dulce- teniendo esa sombra sobre mi, entonces que mejor para distraerme que platicar con Emilio, mi amigo imaginario.
Ustedes dispensarán.