Ustedes que saben ¡Oh ilustres conocedores del verbo y la gracia! díganme qué se hace para no sentirse perro sin patas cuando alguien ofrece su ayuda desinteresada. Samaritanos envueltos en papel celofán. Sin dobleces. Por el placer de ayudar nomás.
Menguadas las fuerzas balbuceo un no gracias quedito. Sin fuerzas digo. El tesoro que me veo obligada a aceptar -no se trata de ser maleducada- palpita entre mis manos, no vaya a ser un sueño. Un respiro mientras llega el siguiente golpe.
El orgullo mide el triple de mi estatura. Ogrina de amor se muere. Nadie puede vivir en la premura del tiempo. Si lo merezco o no es la incógnita a resolver. No me sé pequeña ni débil por eso no quiero aceptar lo que me dan. Me muerdo uno y la mitad del otro.
Sentada en mi nido observo y escribo. ¿Por qué me cuesta tanto trabajo aceptar la ayuda?
Rueda fortuna.
Hablen ahora, aún queda tiempo.
Barquito a la deriva, sigo siendo el capitán en este mar de brumas.
¡Hablen poetas!
Ilústrenme nobles caballeros antes que me estrelle en el dique de la resignación.
tú acepta no más, sin asco. (filosofía pirata de una de la madrugada) je.
ResponderEliminarun beso.
Llevas días muy dicharachera y hoy además punzante y acertada. Así me gustas más. Escribe y no dejes títere con cabeza, aunque me duela. Te quiero. Beso.
ResponderEliminarSalud.
Estás muy lúcida, por eso te cuestionas tantas coas. Pedir ayuda cuesta, llámese orgullo o dignidad, pero es como rebajarse en nuestra mente. Pero no hay que engañarse, no siempre somos autónomos e independientes, Cualquier quebranto físico nos sitúa en la verdad de que todos nos necesitamos a todos, así que acepta la ayuda y punto pelota. También habrás ayudado tú mil veces, ¿no?, pues eso :-)
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Hay personas tan inútiles que no sirven ni para ayudar y, con frecuencia, en vez de hacerlo, ofenden. Como ejemplo me vale algo que escribí hace unos años en mi blog. Sucedió en el funeral de una persona muy querida para mí. Era un hombre intachable. Buen marido, buen padre y buen amigo de sus innumerables amigos. Honesto, generoso y campechano. Consecuente con sus ideas y tolerante con las creencias y opiniones de los demás... pero no era espacialmente religioso. Una hermana del difunto que sí lo era, le hizo el "favor" de aleccionar al cura para que dijera en la homilía que su hermano era de misa diaria y no sé cuántas cosas más, de tal manera que a quienes le conocíamos nos parecía que nos estaba hablando de una persona distinta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para qué quieres ayudas, si con tus letras te bastas y sobras.
ResponderEliminarYa quedamos nosotros ilustrados.
Besos, Malque.
¿Sabes lo que pienso? Que nos guste o no reconocerlo, en uno u otro ámbito de la vida todos somos perros sin patas y toooodos sin excepción, necesitamos ayuda a veces, así que…¿ por qué nos cuesta tanto aceptarla? Una, porque queremos engañarnos pensando que esas patas que no existen, están ahí en realidad - la debilidad es algo difícil de asumir- y mucho más proclamar.. y otra porque a veces nos gusta autosabotearnos, somos así de descerebrados porque es cierto que ese orgullo a lo mejor teníamos que meterlo bajo la cama y no dejarle salir si lo hace sólo para enrocarnos en nuestra testarudez… a mi no me gusta le gente orgullosa, me gusta la gente corajuda, que es la versión buena de ese orgullo que tanto daño nos hace .. un beso inmeeenso mi querida poeta –que, no poetisa-
ResponderEliminar...Voy a ver si me queda algún deber por hacer por ahí abajo : )