Me prometí que este año si, ora si lo jurito que este inicio de año voy a comer las uvas como dicen los que saben deben comerse.
Y aí voy esa noche atenta a lo que los demás hacían. 12 uvas esperan por mi a ser tragadas. ¿Habrá quién las mastique en tan poco tiempo? Me declaro incompetente para tal menester.
Observo la cara expectante de mi familia. Con las uvas esperando ser comidas en una mano mientras con la otra espantaban las distracciones cual moscos fastidiosos. Usha no me molesten que ya van a ser las doce, lo dicen en la tele los locutores muy nice y emperifollados.
Comienza la cuenta regresiva. Eufóricos empiezan a contar los comensales.
Diez
Nueve
Ocho
Siete...
-¡Noooo, no te las comas aún!- grita alguien
-¡Maldición, desperdicié cuatro deseos.
Estoy pensando cuál será mi primer deseo. ¿Quién se encarga de cumplirlos? ¿Qué pido diosito, qué pido?
¡Ya sé! pediré salud.
No, por cruel que suene mientras tenga el pp nunca seré sana por más que me digan mentiras piadosas de que me veo muy bien y todas esas cosas que ayudan a levantar el ánimo. El pp será mi eterno acompañante hasta que cuelgue los tenis, entregue el equipo o me muera. Escojan la versión que más les guste. Será la sombra fastidiosa atada a mis pies.
¿Dinero tal vez?
Si no trabajo no conozco otra manera de obtenerlo. La psicóloga dijo que puedo trabajar en mi casa en una editorial o algo en el que no tenga que salir de casa porque estoy enferma del cuerpo pero no de la cabeza. (A estas alturas no puedo creer que no sepa que estoy un poquito desquiciada). A decir verdad en mi larga vida sólo trabajé en el principio de los tiempos pero en mi cabeza siempre estuvo la idea de estar en mi casa. Tener mi hogar, mis hijitos, un esposo amoroso con el que moriría tomados de la mano. Entonces trabajar no ha sido mi prioridad ni siquiera una idea remota. No voy a mentir. Como dice la canción: que trabaje sólo el güey porque el trabajo lo hizo dios como castigo. Y no me miren feo no soy un bicho raro, soy tan sólo un modelo antiguo.
Cuando me casé firme un contrato imaginario en el que Barry solventaría todos mis gastos y necesidades y tendría en mi una esposa fiel y dedicada. Enojona pero no soy perfecta. Para algunas mujeres sobretodo las de nueva generación esto les puede parecer patético, para mi no. Es la vida que escogí y nunca me he arrepentido de ello. A veces nomás cuando me dan ganas de patearle los huevos a Barry que me hace enojar pero luego se me pasa. Ser mantenida no me quita dignidad igual casi no tengo. Por cierto hablando de dignidad ayer perdí una poca. Qué bueno que nadie vio cómo se fue entre el jabón y el desmanchante por el caño del lavadero. ¡Alabado sea el señor!
Seis, cinco, cuatro...
Si pido amor me pregunto qué clase de amor si todo lo tengo. El de Barry, de mi familia, mis hijos, La Bella, de mis amigos, el de mis perros y de mi gato. ¿Qué amor puedo pedir? ni modo que de uno extra, no sería bien visto tener un amante por ahí con el cual dar rienda suelta a lo que no se hace con la pareja. Ni pensarlo, qué diría la gente que me conoce, la que me cree intachable, sin una mancha en mi expediente amoroso. Tal vez si fuera hombre pero no, soy mujer y ya está. Me queda la imaginación aunque a decir verdad nunca he tocado los labios de alguien en mis sueños ni siquiera los de Enrique. Soy fiel... creo o mejor no me lo cuestiono no vaya a ser el diablo, me tiente y tenga que tragarme mis palabras.
Y así transcurre el tiempo de comer uvas.
Tres, dos, uno...
¡Feliz Año Nuevo! todos se abrazan, se besan y prometen que ora si deveritas voy a hacer lo que no y seré una mejor persona y te querré más que nunca, y te seré fiel en lo próspero y en lo adverso, y ora si voy a cambiar y...
Suena la primera campanada. Observo a todos concentrados en pedir deseos que nunca sabré cuales son porque si se dicen no se cumplen y sigo sin poderme tragar la uva número cinco porque ya perdí la cuenta de las campanadas y se me tergiversaron los deseos y mi lengua se enredó con mi mente y ya no sé ni lo que digo. No sé qué pedir. Ya se me olvidó. Mis uvas siguen en el plato. Todos las han terminado. Están contentos. Se abrazan, son felices. ¿Qué otra cosa puedo pedir? Nada porque los deseos que quiero se cumplan están en manos de nadie o de mi que es lo mismo pero no es igual.
Ser felices está en ellos, tener salud y amor. Son deseos elementales que están ahí pero son ignorados la mayor parte del tiempo.
Mantendré con buena salud las pocas neuronas que me quedan, seguiré trabajando para cumplir mis caprichos sin tener que esperar a que Barry como hado bienhechor me los cumpla y daré el escaso amor que siento que tengo a los que sin medida me quieren no como deseos ni propósitos manoseados sino porque quiero... mientras me acuerde claro.
¿Y las uvas?
¿A quién le importan?
Oritita vengo, no me tardo, recuerden que conmigo no van las prisas.