A manera de cuento
Con los ojos cerrados, tendida en el suelo, Ausencia escuchaba los gritos de la madre apurando a sus hermanos a que le llevaran toallas húmedas para ponerle en la frente y le parara la sangre que abundantemente salía por la nariz. Con una mano detenía la cabeza para que la niña no se ahogara y con la otra apretaba el tapón que le habían colocado para que dejara de sangrar.
La sangre que tragaba se le iba por la garganta dejándole un sabor que con el tiempo se le haría familiar. Sabor ferroso. Metálico. Sabor sin fuerza.
Ausencia se llamaba la niña.
Ausencia nomás.
Ausencia había sido el nombre escogido para dejar rastro en esta vida barata y vacía como ella, en son de broma decía a sus hermanos cuando le preguntaban por su vida ausente de amores escondidos entre las sábanas. Amores que nunca llegaron. Ausencia solitaria siempre fue.
Ausencia de alegrías. De todo, de nada. Ausencia de ti.
Empezó muy pequeña con las hemorragias que le dejaban un dolor de nariz severo. Hemorragias continuas produciéndole insomnio y desgano. Quedaba inerme ante todos y ante la vida. Cualquier soplo de aire se llevaba un poco de ella. Alma silenciosa difuminándose perdida en los soplos infinitos de vientos nocturnales.
Las hemorragias eran intensas, detenerlas era muy difícil. La habían llevado con médicos y especialistas, sin embargo los sangrados continuaban. Las anemias eran una constante en su vida.
Vitaminas y los mejores alimentos eran para ella. Verduras y frutas era la comida exquisitamente preparada por las manos delicadas de su madre que se esmeraba en darle a su hija un poco de vida en cada guisado.
Ausencia caprichosa sin límite conceptual.
Cuando sus padres o hermanos la contrariaban empezaba a sangrar. Todos se ponían en movimiento para evitar que se desangrara. En ocasiones era inevitable acudir al médico ante el abundante sangrado. Todos se asustaban al ver el líquido ominoso correr por su rostro acompañado de lágrimas hastiadas.
Cuantas veces habíase quedado agachada en el lavabo cansada de que la sangre se escapara de la nariz sin poderla detener.
Cuantas toallas y pañuelos se habían pintado de rojo sin que nadie pudiera hacer nada y que la sangre dejara de fluir.
Cuantas veces su madre llena de desesperación no sabía que más hacer y llorando iba a la silla a sentarse junto a la estufa sintiéndose impotente ante los sangrados de su hija. De Sol como la llamaba cuando la mirada tierna de madre se posaba en los ojos cafés que la veían tratando de cobijarla sin poder hacerlo.
Y ahí quedaban las dos exhaustas. Una sin poder hacer ya más nada y la otra esperando el desmayo salvador.
Así pasaron pocos años hasta que las hemorragias fueron haciéndose costumbre.
Un día Ausencia la joven pálida, se dio cuenta que nadie podía decirle nada porque había desarrollado un poder extraño.
Podía manejar los sangrados a su antojo.
Y se volvió caprichosa. Pidió todo lo mejor so pena de dejarse desangrar si no cumplían sus deseos. Convertida en pequeña tirana el mundo giraba a su antojo.
Consintiéndola, los padres la satisfacían dándole todo lo mejor. Si acaso no lo hacían, un hilo rojo empezaba a escaparse de la nariz llegando a la boca y siguiendo un camino sin fin hasta que sus caprichos eran cumplidos.
Cuando no cedían, los asustaba ver a los pies de la joven el charco de sangre que comenzaba a hacerse río y meterse entre las piedras del jardín para pintar de rojo los malvones favoritos de su madre.
Un día pidió el mundo y pusieron el mundo a sus pies.
Sólo que Ausencia no se daba cuenta que en los continuos chantajes, la sangre perdida no la recobraba por más que le dieran cientos de vitaminas y chocolates y sueros vitaminados. Verduras y todo lo que pudiera ayudarle. Frijoles, carne, bálsamos mágicos, etc.
Poco a poco se iba desvaneciendo. Nadie se había dado cuenta que un poco de ella iba desapareciendo cada día haciéndola transparente. Blanca como la niebla. Pálida como la luna. Rizos absorbentes con un dejo de organdí. Aroma de ríos encantados. Sublime esencia de deseos remotos. Ausencia del ser.
Un día su madre pegó un grito al ir a despertarla para tomar la medicina. Ausencia, no estaba más. Sólo quedó en su cama una silueta marcada por el pequeño cuerpo de niña caprichosa. Sólo el dejo de su ausencia quedó en el remolino de emociones de su amada familia.
Ausencia... así se llamaba.
Ausencia de ti.
cuando leí que ausencia podía manejar los sangrados a su antojo me la imaginé como carrie, el personaje de stephen king, de la novela homónima.
ResponderEliminar¡vaya historia!
un beso.
Y toda espantosamente real.
EliminarUn abrazo Corsario
Todo cambia cuando se conoce su poder de autocontrol, curioso para el lector. ¿No?
ResponderEliminarBesos.
No lo sé, no entiendo el ¿no? del final.
EliminarBeso Alfred
A mucha juventud la hemos acostumbrados al egoísmo y a practicar la tiranía de una mala educación.
ResponderEliminarLa historia me ha encantado y muy bien escrita.
Un saludo.
Gracias Fibo eres muy amable.
EliminarGusto leerte.
Preciosa historia Malque, una pena que Ausencia se convirtiera en una pequeña tirana. Aquí decimos: "No siento que mi niña enfermó, sino la mala maña que cogió".
ResponderEliminarBesos.
Eso de enfermarse de cotidiano, no funciona nunca.
EliminarUn abrazo
Tremendamente preciosa esta historia MALQUE. Es verdad, a veces las víctimas se vuelven verdugos, incluso como en este caso, verdugos de sí mismos. Qué complicada es la vida! y ¡qué bonito lo cuenta! ... por complicado y terrible que sea lo que cuentas! Un besazo artistaZa!
ResponderEliminarUn abrazo fuerte para ti María.
EliminarGracias
Triste historia, de principio a fin. Me recordó a mis propios sangrados nasales que en su momento llegaron a ser constantes, drámaticos, era una llave abierta. Siendo un niño, no sé cómo no me llevó el viento. O quizás lo hizo y me trajo de vuelta, porque allá tampoco me querían jaja
ResponderEliminarVa un abrazo, Malquerida.
¿No te querían? a mi tampoco o si, no sé.
EliminarUn saludo
No sé dónde están los cazadores de talentos, que aún no han descubierto tus escritos. Deberían dedicarse a otra cosa.
ResponderEliminarUn beso, Escritora.
Eres muy gracioso. No me imagino siendo escritora-
EliminarUn beso Chema
Beautiful blog
ResponderEliminarUn saludo
EliminarPlease read my post
ResponderEliminarBeautiful blog
ResponderEliminarPlease read my post
ResponderEliminarTan bello como tremendo lo que nos cuentas...
ResponderEliminarFeliz fin de semana
Igual para ti.
EliminarMuchos saludos.
Tarde suelen darse cuenta las personas caprichosas lo solas que se quedan después de un tiempo.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Y sí.
EliminarUn saludo
Con ausencia logras un gran texto que toca tantos sentimientos y morbilidades. Que bien escribes. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarMuchisimas gracias por tus palabras Carlos.
EliminarUn abrazo
Jo...
ResponderEliminarQué pena, qué tristeza.
Cuando seamos ausencias alguien nos encontrará a faltar?
Bueno, durante un tiempo puede... luego ya no.
Besos.