Cierro los ojos fuertemente para impedirles el paso. Acto tardío, embelesada como estaba al verla bajar de su nicho, posó sobre mis párpados el halo celeste que impide mis ojos se cierren.
Mi psique queda atolondrada. Ha quedado sin fuerza. En el interior mental, al sonido de un vals correoso, un gran telón rojo insolente se abre paso bajo el chirrido de las pasadas cortinas que la sostienen. para presentar a los artífices de mis desvaríos nocturnos.
Hoy toca una enorme explosión en un hospital cuya ubicación desconozco. Todos corren hacía ningún lado, chocando entre sí. El fuego se expande rápidamente por todo el piso blanco, tan blanco.
Afuera, dentro de un enorme coliseo, la gente es asesinada por un francotirador al que no veo la cara. Con un rifle de alto poder, va acabando con los personajes sin rostro. Está vez yo no participo en la pesadilla. En esta ocasión soy una viajera astral.
Cuando mi amigo me conminaba efectuar uno, me daba miedo. Quién iba a decir que sin proponérmelo podría viajar a través de mis pesadillas.
Desde un lugar muy alto observo todo sin poder hacer nada.
La gente corre, llora, grita. Me asustan. Quiero escapar pero adónde si sólo está el espacio vacío que le correspondía a quien ha huido. Avalancha humana resquebrajándose bajo las pisadas de los más fuertes.
Despierto agitada, nerviosa, gritando. Sudoroso el rostro ubico mi entidad. He regresado a mi recámara. Volteo a la ventana. Con rictus siniestro, la luna se marcha a esconderse tras las nubes ataviadas con vaporosos vestidos gris.
Lo ha hecho de nuevo. Ciclo lunar de horror. Cada que a la luna le da por engordar, vacía su frustración obesa sobre mi débil mente.
Alguien me mueve para que despierte.
La acción se complica. No puedo abrir los ojos, si lo hago, caeré en el hoyo negro bajo mis talones.
El cielo solapa nubes de velos negruzcos. Poco a poco al redoble de un tambor curtido de estrellas, dejan caer las primeras lágrimas como lluvia fuerte, azotando el rostro de la multitud. Tam tam taam Redoble oscuro. Siluetas de cartón mojado.
La multitud cae como moscas heridos por las enormes balas del justo tamaño del miedo que corroe sus venas. Corran, sálvense, muéranse sin pena que el dolor será parido por quien todo lo puede.
Con enorme esfuerzo mis ojos logran abrirse paso entre las pestañas. Miro la ventana. La luna se ha marchado calladita. Plateado camino va difuminando en estertores agónicos la masacre que me obligó a mirar.
Estoy asustada.
Palpo mis pies, mis manos, mi vientre frío. No tengo heridas. He logrado bajar de la pesadilla sin daño visible. Tengo el rostro perlado de sudor. Respiración agitada, descanso mi corazón sobre la aterrada bruma fantasmal que me rodea.
Inhalo... uno, dos, tres, cuatro
Exhalo... uno, dos, tres, cuatro
Inhalo... uno, dos, tres, cuatro
Exhalo... uno, dos, tres, cuatro.
Cuatro los tiempos que La Bella me enseñó durante los períodos de pánico y ansiedad que debo contar.
Tranquila abuela no pasa nada. Nada puede hacerte daño. Es tu mente la que sueña por lo tanto no es real. No es real, recuerda. No existe.
Nada te dañan las pesadillas en tu soledad.
Te amo abuelita.
Con los noticiarios no me extrañan tus pesadillas, suerte de tu abuela, que te enseñó que las pesadillas son trampas de tu mente, o de tu inconsciente.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Malque
hazle caso, los niños tienen esa sabiduría ancestral que viene desde muy atrás.
ResponderEliminarbesos.
Vivimos en una pesadilla, por suerte a veces nos afecta tangencialmente, pero la mente nos mete en esa angustia. Haz caso de los jóvenes. Respira.
ResponderEliminarBesos.
Cuando te leo siento el espíritu de la escritura de un Proust, de una Woolf escribiendo desde el discurrir de la conciencia. Que bien tejes estos soliloquios, como confesiones, que luego dejas salir, para entablar cpn versaciones con los otros. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarEl mundo está cada vez más en modo pesadilla, que inspira a tu mente para crear las propias. Y qué bien las cuentas.
ResponderEliminarEsa niña es un sol y lista como el hambre. ¿A quién habrá salido? Evidente.
Un abrazo.