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jueves, 7 de septiembre de 2023

Siempre quise llamarme Betty

Porque Betty era un nombre tan sublime, tan elegante, tan sutil. Yo siempre quise llamarme Betty. Betty se llamaban mis muñecas. Las de papel, las de plástico, las de trapo. La más hermosa, mi muñeca Lili-Ledy. Tomada de su mano caminábamos las dos paso a pasito. Tenía el pelo negro como el mío. Lacio. Le llegaba a la cintura. Su vestido era de terciopelo. Falda roja, blusa blanca con olán del cuello a la cintura. Tenía calcetas blancas y zapatos negros, sin correa. Zapato fino de niña rica. 

Cuando cumplí XV años el vestido fue igual que el de mi muñeca Betty. No tuve fiesta. Mi madre compró pan de dulce y café negro de olla. Colocando el pan en una charola lo puso al centro de la mesa mientras los ojos de mis hermanos ubicaban el que les gustaba. 'Tonces mamá dijo: "toma tu pan, Flor de María". Yo siempre educada y modosa me levanté lentamente estirando el brazo para tomar una deliciosa concha con mucha azúcar, como me gusta hasta hoy el pan dulce. Si no tiene azúcar, nanay palomas, prefiero un bolillo.

No bien me levanté para tomarlo cuando las manos de mis hermanos, disparadas como saetas, hicieron que el pan desapareciera antes de lo que canta un gallo. Al final sólo quedó una hojaldra solitaria al centro de la charola. Una hojaldra sin azúcar. El pan más tan sin chiste me tocó en mi cumple. Ese fue mi regalo de quince años. No hubo fiesta, pero por esa anécdota bien vale la pena no haber bailado vals ni tener pastel. Ese día Los Apellidos Ilustres protagonizaron uno de los mejores momentos de mi vida, aunque me dejaran una pinche hojaldra.

Para ese entonces, Betty mi muñeca Lili-Ledy había pasado a mejor vida. Desapareció sin despedirse. ¿Qué habrá sido de ella?

Cuando jugaba con mis hermanas con las muñecas de papel, siempre de los siempres se llamaron Betty. Las recortábamos con mucho cuidado para luego irlas intercalando entre las páginas de algún libro de los que nunca faltaron en mi casa. Fue una buena temporada la de las muñecas. Todas eran Betty's. Mis muñecas de papel.

"A mí me hubiera gustado llamarme Betty", pensaba en mis adentros cuando trapeaba el piso de mi casa. A veces, platicando con sartenes y cacerolas, decía: "llámame Betty, señora cacerola". Mamá algunas veces me cachó hablando con los trastes. No me decía nada. Mamá sabía de mis rarezas así que normal para ella que yo hablara sola.

En ocasiones practicaba mi firma con el nombre de Betty. Trapeando de un lado a otro hacía pausas para practicar y practicar: Beatriz Sánchez y Ruíz Flores. Mi nombre era bonito. El nombre de la inventada en mi memoria.

Digamos que ese fue el inicio de muchos alias que fueron surgiendo a raíz de la llegada de la virtualidad.
Jennifer Natasha, Almudena Ruipérez, Nena Daconte, Jesusa Palancares, etc.  Paradójicamente nunca me llamé Betty. En mis imaginarios siempre me llamé Betty. Igual nadie me llama por mi nombre.  Soy Chikis, Flora, Florinda, Florencia, Floripondia, Hongo, Champy, etc. Nadie me llama Flor de María. Tan bonito mi nombre. 
Mis amigos los virtuales nunca han pronunciado mi nombre porque no existo en su vida cotidiana. Los poquísimos amigos reales me llaman ¨MaLquE¨, y los imaginarios tal como yo, no existimos. RIP.

En la secundaria, conocí a la primera Betty que se cruzó en mi camino. Iba ella en 1ºA, yo en 1ºD. Nunca fuimos amigas. La observaba. Tenía un lunar grande en la cara. Muy llamativo. Esa Betty no me caía muy bien. Transcurrieron los tres años de secundaria de igual manera. Nos dejamos de ver.

Pasado el tiempo la reconocí siendo novia de la hija de la maestra América. Sí, aquella que me aventó un borrador en la cabeza por algo que no recuerdo que hice. 

Betty fue la primera mujer lesbiana que conocí sin saber ni tener idea siquiera de lo que era el lesbianismo.

Ha pasado el tiempo, ya nadie se llama Betty, ni yo. Tampoco hablo con las sartenes y cacerolas. Mi firma obviamente es con mi nombre real. Ya no tengo una madre preocupada por mis rarezas. Ya no tengo nada de lo que fui. Ya no me llamo Betty.

En la actualidad, trato de llenar mi vida de escritos memoriales, sumariado de mis locuras. Sigo trapeando los pisos, haciendo de este oficio caduco toda una maestría en el arte de pasar las jergas por todos los rincones de la casa. Y escribo de vez en cuando para intentar ser una escribidora de pasquines sin oficio ni beneficio, tal cual mi vida es.

Alguien que sólo vive para vivir,
muriendo de a poquito cuando pasan los días sin escribir.



















10 comentarios:

  1. Seguramente verídico, es un encanto leer ese pasado de cómo eras Betty, como tus muñecas. Un texto que resume quién fuiste entre cacerolas parlanchinas y unos dulces que volaron en tus quince años.

    Un fuerte abrazo, Betty Malque. Feliz día

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  2. Si escribes vives, déjate de disculpas. Y quien te lea y vuelva, tal vez te llegue a querer. Lo sé por experiencia. Te quiero. Beso.

    Salud.

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  3. siempre has tenido una imaginación asombrosa desde niña, la cual ha permanecido intacta hasta la actualidad.

    besos.

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  4. Pues benditas sean tus «locuras», porque son las que te hacen ser tan especial y escribir así de bien.
    Yo habitualmente te llamo Malque o chamaca, pero a veces también Flor de María, porque sé que es tu nombre y que te gusta. Betty me suena a la mujer de Pablo Mármol (el de Los Picapiedra), pero, si te gusta, aún estamos a tiempo de utilizarlo.
    Un abrazo.

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  5. Suerte tenemos los que escribimos, para dejarnos constancia de nuestros propios días.
    Me parece estupendo que dejarás correr lo de Betty, no me hago a la idea de llamarte así, Malque.
    Besos.

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  6. El pasado es un encanto , así sea amargo o feliz. Recordarlo a través de la literatura, cuánto nos desahoga. Las memoraciones que traes a colación, definen momentos de gran incidencia vivencial que, se convierten en una gran crónica, a pesar de los cruces de las historias, direccionados por el recuerdo de Betty como tu primera muñeca, y luego la Betty Lesbiana. Cuánta virtud tienen de contar naturalmente y encantar, en esas crónicas que uno admite que son un desahogo. Para Freud, la literatura era catarsis. UN abrazo, con un aprecio que permanece incólume. Carlos

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  7. Vive y escribe, mi querida Malque. A mí me encantas.
    Un beso

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  8. Todos quisimos ser otro, alguien más, en algún momento, antes de acostumbrarnos a quien acabamos siendo.
    O sin acostumbrarnos nunca.

    Saludos.
    J.

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  9. No me había puesto a pensar en qué nombre me pondría si pudiera ser otra persona. Supongo que, de pequeña ni siquiera llegaba a la realización de mi propia existencia, como para querer ser alguien más.

    Tu creatividad e imaginación en cualquiera de tus identidades son un gusto de leer.

    Te mando muchos abracitos Flor de María.

    Liz, Zilly, Zillyta

    PD. El otro día te escribí un textito, porque recordé nuestro encuentro de hace tantísimos años, del cual lo único que me dice que fue real es el libro con la bonita dedicatoria que le obsequiaste.

    https://medium.com/@cuatro5six/la-reina-de-loa-hongos-53ee3c5e091a




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La titular de este blog, dama exquisita, dueña de su mente pero no de su cuerpo agradece la visita a este refugio de chilanga triste.

la MaLquEridA

Musa con cuernos

PARA LA MALQUERIDA

La Malque es un corazón de sol escondido y mil silencios largos. Es beso de agua y luz de ciegos en el desierto diario. La leo y me leo. La leo y la siento. La leo y la quiero. Vamos de la mano desconocidos y alejados por los caminos rotos y astillados de la vida cansada y del tiempo huraño. Refunfuñamos por todo y hasta en el infierno tienen miedo de que un día aciago lleguen nuestros pasos. Chocamos con mil horas arañamos las rutinas odiamos la compasión nos dan risa los ángeles y mucha pena los diablos. Nos cansa todo y más que nada el resto de los humanos. A veces herviríamos a los que nos rodean y otras daríamos la vida por hacer reír a un chavo. La Malque es un corazón de sol escondido y mil silencios largos. Toro Salvaje

Porque siempre queda espacio para nuevas libertades.

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Ángeles de la fe

Yo traigo la verdad en mi palabra Vengo a decirte de un niño sin abrigo. Vengo a decir que hay inviernos que nos muerden, de la falta de un amigo. Vengo a contarte que hay luces que nos hieren, que existen noches sin whiskys ni placeres. Vengo a decirte que está cerca tu condena. Hoy una madre murió de pena. Déjame cantar, tengo vergüenza de ser humano como tú, en tu presencia. Descubrirme a mí mismo y en tu figura qué poca cosa somos sin ternura.