El caldero de cuentos. Churrigueresco tal como yo. |
La última vez que me senté frente al viejo computador fue en junio del 2014 según mi cuaderno de notas.
Bajo un montón de polvo yacían los apuntes para nuevos posts. Cuadernos con garabatos burdamente escritos en las noches oscuras de ese entonces cuando de panza sobre mi cama escribía a oscuras para no despertar a Barry. Antes de la separación el cofre de las ideas era prolífico. Con alma de niña grande peleaban las ideas por salir de mi cabeza. Di vida a moscos, cucarachas, gusanos, moscas, grillos. Di vida a seres que nadie quiere. Malqueridos como yo.
Parece poco cuatro años ¿dónde estuve entonces? Descubriendo a las infames, mortales, infieles. Sucumben a los amores metidas entre las patas de los caballos. Inconsciencia en cuerpos abyectos delineados al por menor. Los hombres las prefieren flacas como título de post adornado de coraje. Soy fácil de adivinar. Muero por mi propia boca y no soy pez.
Todo sigue igual. No moví nada. Cuadros, fotos, discos, libros, etc. Un montón de historias hechas olvidos. Revisé todo al amparo de un mantra de alegría. Recuerda: los mantras no son cosa de juego. Subsisto gracias a ellos. La cordura no es un bien preciado para quien poco entiende de amores corruptos. Sin embargo vuelvo a lo mío. A escribir desde el lejano páramo de mi memoria. Lo viejo debe morir para dar paso a lo nuevo. Si se trata de vivir muero por dentro.
Las historias no pueden escribirse sobre olvidos. Hay que hacer espacio. Remodelar el escritorio, tirar hojas que a nadie dicen nada. Palabras mágicas, capullos de cuentos. Suspiros en do menor. Alegría de casa otrora feliz. Crisálida sin ganas de abrirse al mundo. Revolotea en mis indultos que no pido para mi. Impulsiva como soy doy por cerrado el capítulo de mi inocencia. Nadie preguntará.
El rompecabezas de recuerdos ha sido terminado. No pertenezco a nada ni a nadie. Pertenecer a algo porque a alguien no será.
Por fin lo entendí, tras estas palabras duras la verdad sale a la luz. No soy ni pertenezco a nadie. A nada. Mi psicóloga favorita me habría dado un abrazo de final feliz.
Cubiertos todos los espacios, no hay recovecos donde pueda meterse la frustración. El espíritu carga con mi antepasado dudoso. No tenemos nada en común. Abro las alas a la incipiente libertad carcajeándose de mi. Tiene razón no soy libre. Mi pasado me condena aún cuando pasado esté. No hay forma de cambiar. Sigo siendo la que ellos no conocen. La indiferencia es un buen método de castigo muy bien aplicado. Berrinchuda, altanera, enojona, impulsiva yo soy. Bloqueados los temores ahora sí puedes hablar sin cortapisas.
Bajo el amparo como si fuese manto de la Virgen del Chongo Parado me acojo bajo su descarada protección. Las vírgenes también se vuelven locas.
Regreso al nido de la pereza formados con mi blondo cabello. No se piense que no me cepillo el pelo, son nidos que el hado que me cuida hace para sobrevivir a los días aciagos de calor espeluznante. Si de todos modos hay que vivir pues que sea a mi modo qué chingados que para eso soy dueña de mi vida y mi infortunio.
Regreso al nido de la pereza formados con mi blondo cabello. No se piense que no me cepillo el pelo, son nidos que el hado que me cuida hace para sobrevivir a los días aciagos de calor espeluznante. Si de todos modos hay que vivir pues que sea a mi modo qué chingados que para eso soy dueña de mi vida y mi infortunio.