Hay dos cosas por las cuales no olvido ni olvidaré el año de 1985.
Una es que nació Muny, el ¨pequeño¨ de la familia y la otra es porque me di cuenta entonces de lo ruin y mezquina que puedo ser.
Es una vergüenza con la que cargaré todo lo que me resta de vida, poco ó mucho, es un círculo que no cerraré ni quiero cerrar, ¿para qué?.
La mañana del 19 de septiembre de 1985, despedia a Barry para irse a trabajar, cuando nos dimos cuenta que empezó a temblar, nos asombramos por lo fuerte que estaba y corrimos para la casa para ver que Kiku estuviera bien, ella jugaba con sus muñecas y no se enteró de nada, estaba chiquita.
Barry decidió no ir a trabajar e ir a ver a su familia que vivía en el centro de la ciudad, en donde después supimos que fué lo más dañado junto con otras colonias.
Se fué caminando entre los escombros, no podía entrar con coche y en su camino se detenía un poco a ayudar a la gente.
Con mucho trabajo lo dejaron llegar hasta donde vivían sus padres y no podía creer lo que veía, la casa- su casa- en donde había crecido y sido feliz ...ya no existía... estaba derrumbada, se asustó mucho y fué entonces cuando vió a su mamá y sus hermanos... estaban bien afortunadamente.
Su familia al sentir el temblor había corrido a la calle y todos estaban a salvo, había que ir a ver a sus hermanas que vivían en el centro mismo, afortunadamente todos salieron ilesos aunque si se llevaron un buen susto.
Empezó el calvario, había que quedarse en los campamentos que el gobierno instaló para los damnificados.
Nunca les ofrecí mi casa, ni ayuda... nada.
En ese entonces no me llevaba bien con ellos, somos muy diferentes- el agua y aceite, el cielo y el infierno- no podíamos llevarnos bien, aunque nunca peleamos, no nos llevábamos bien.
Nunca entendieron porqué no me gustaban las fiestas, porqué prefiero estar en un ambiente silencioso que en uno con tanto ruido y música, no entendían como es que me gusta leer en lugar de salir a divertirme.
Ellos son muy alegres, yo soy muy callada, no hay manera de llevarse bien.
Barry les hacía comida y se las llevaba, yo tenía siete meses de embarazo, fué un segundo embarazo pesado, muy cansado, me sentía mal y hacía muy poco por ayudar.
No los visité por mucho tiempo,no sabía como estaban ni tampoco preguntaba. Barry era prudente y no me decía nada, pero sé que le dolía mi indiferencia, mi falta de humanidad con su familia.
Pasó mucho tiempo antes de que los volviera a ver y la primera vez que fuí al campamento, me ofrecieron de comer y no dejaron que hiciera nada para ayudar. Siempre me han tratado como reina, me avergüenza que me traten bien cuando yo nunca lo he hecho.
He pensado en algún momento pedir perdón a la mamá de Barry, pero pienso que eso ya pasó y no tendría caso.¿Para qué remover viejas heridas?. Tal vez ella ni se acuerde de como me porté, siento que no vale la pena recordalo y recordárselo. Es un círculo que dejaré abierto, tal vez por ahí pueda salir todo lo mala que fuí.
Ella tiene un poco más de 80 años, le gusta mucho platicar, pero nadie le hace caso, es una abuela como la que quizá me faltó,los nietos que la tienen no la aprovechan. Es muy querida, pero no la toman casi en cuenta para nada. Tiene mucho que contar, pero no hay quien la quiera escuchar.
Cuando voy a su casa, me pongo a platicar con ella y aunque a veces su voz es apenas perceptible, no me importa, me quedo con ella, le gusta que alguien le ponga una poca de atención.
Al menos creo que con eso pago un poco la indiferencia con la que traté el derrumbe de su casa, el derrumbe de sus ilusiones que quedaron sepultadas junto con todo lo que había podido comprar en todos ésos años de lucha tenaz, de desvelos y sacrificios,de mantener a sus hijos, de cuidar a su esposo, de tejer miles de guantes para manos desconocidas
No es la mejor forma, pero pienso que es la mejor.
No me gusta recordar el temblor del 85, creo que a nadie, pero a mi menos.
Me recuerda que aún sin proponérmelo puedo ser la persona más ruín y mezquina de este mundo, con alguien que no se lo merecía, y encima tengo que cargar con el amor de Barry que me recuerda todos los días como es que se puede ser una persona de bien, con alguien que no lo merece.
Bofetada con guante blanco.