Entre los olvidos de Barry y mi apología al dolor y a la tristeza, hemos conformado un universo calzado de misterios insondables. Es que me asusta. Las desmemorias son demasiado provocadoras al aterrador panorama leído en las páginas de quién lo ha vivido. El corazón late a un ritmo diferente al acostumbrado. El infierno no puede ser más oscuro. Los caminos son harto escabrosos. Acostumbrados a las decencias y al martirio, pierden la verdadera esencia de lo escrito en los tomos de la memoria a corto plazo.
-¿Cómo se llama esa cosa que está ahí?- pregunto en la mañana hirviente de un verano ególatra, castigador con el furor metido en los ardores del abandono.
No tengas miedo, lo he acaparado todo.
-¿Y si un día olvidas quién eres?
Yo te recordaré en los otoños incuestionables de nuestro pasado donde todo empezó. Toma mi mano, soy yo ¿recuerdas? Los días merecen la pena vivir cuando de amores se trata. Las tardes obscenas las dejamos para los amorosos con ímpetus de recién casados. Las noches arrogantes de oscuras parejas parapetadas en el escondrijo de los agoreros casquivanos, pensando que nadie los ve cuando están a la vista de todos. Tiemblen huestes infieles cuando sea su propia memoria el engaño cruel a quien vive en el limbo con cara compungida esperando ansioso al que un par de piernas lo desviaron del rumbo fútil del matrimonio.
La desmemoria navega en el mar de las encrucijadas. ¿Cuál era mi rumbo? ¿En qué parte de la vida desaparecieron mis huellas? ¿Dónde estoy? He olvidado la senda de los afortunados. Permítete sonreír antes de lo estipulado por el hacedor de los destinos intrínsecos de tu ego extraviado.
Luego si vamos juntos por la vía de la intransigencia, concédeme el placer de dejarte hablar como tal en la vida no hice. Si tú, si yo, si el tiempo. Si la vida trae la evocación de momentos dichosos, tomemos el reto de traer uno por uno los instantes imborrables de nuestra mente.
Desprendiéndose los recuerdos como hojas de árboles bajo los cuales nunca tomamos la sombra por mi miedo acérrimo a cualquier bicho sin patas que apareciera en el follaje. Pupas iridiscentes, cambio de piel.
Aceptabas cuando veías la histeria asomada a mis ojos. Y sin embargo, el mundo gira y gira. Parapetos de tequila, limón y sal. Vapores etílicos pa' olvidar los daños hechos a nuestro ser inferior. Las palabras hirientes forman un laberinto bajo el suave tacto de una piel mestiza. Ancianos los dos, desechos de humanidad. Sabios o tontos respiramos igual.
Y fin sin tal.