-¿Estás triste abuela? Pregunta La Bella un tanto extrañada.
-No- respondo rápidamente.
-¿Por qué no lloras? Sigue interrogando curiosa
-No lo sé muñeca- dije con la vista puesta en su hermoso pelo.
-Falleció tu hermano abuelita, deberías estar muy triste. No lo entiendo abuelita.
Me quedé callada sin saber explicar lo que pasaba por mi cabeza respecto a la reciente muerte de uno de los miembros menores de Los Apellidos Ilustres.
La muerte se llevó a mis padres relativamente jóvenes. Mis dos hermanos estaban jóvenes al morir.
A los dos dejé de verlos hace mucho tiempo. Mi memoria borró el tiempo ignoto que se marchó huyendo de los temores acunados por una enfermedad genética.
El gemelo menor falleció de otra enfermedad genética ¡qué diablos! Tanto sin saber de ellos nos puso la vida ante desconocidos.
Recuerdo el accidente del pie. Adolescente me quedé con esa culpa rondando mi tribulación. Nunca volví a ser la misma.
A él no le quedó cicatriz en el pie
A mi sí en el alma.
A los dos dejé de verlos hace mucho tiempo. Mi memoria borró el tiempo ignoto que se marchó huyendo de los temores acunados por una enfermedad genética.
El gemelo menor falleció de otra enfermedad genética ¡qué diablos! Tanto sin saber de ellos nos puso la vida ante desconocidos.
Recuerdo el accidente del pie. Adolescente me quedé con esa culpa rondando mi tribulación. Nunca volví a ser la misma.
A él no le quedó cicatriz en el pie
A mi sí en el alma.
Si los recuerdos son benévolos traerán sonrisas, pero si uno ha guardado los malos momentos imperan, no hay más que hacer.
La vida va difuminando el amor fraterno, el que muy en el fondo del alma se encuentra escondido. La lejanía hace su parte. El orgullo egoísta no se aparta. Se queda anclado en la herrumbre del silencio
-Luis, si te escucha dile que lo quiero? -escribí por whatsa un recadito sin aspavientos. Tímido. Sosegado.
El mensaje llega al oído de quien yace escondido bajo la maraña de tubos que lo mantienen con vida.
La muerte llega.
Él decía que sería el siguiente en morir. Tan aferrado estaba que se olvidó de que estaba vivo y se puso a dormir.
Ha pasado una semana desde entonces. Fue traído del norte en una caja oscura. Rodeado de sus hermanos y un montón de flores quedó presto a ser homenajeado por quienes lo quisieron. Sus cenizas descansadas al centro de la sala donde los padres fueron velados.
Ha pasado una semana desde entonces. Fue traído del norte en una caja oscura. Rodeado de sus hermanos y un montón de flores quedó presto a ser homenajeado por quienes lo quisieron. Sus cenizas descansadas al centro de la sala donde los padres fueron velados.
No estuve ahí, no tenía caso. Lo que estaba en la caja no era mi hermano.
Nunca fuimos cercanos. Era un ser solitario como como yo. Tan extraño como esta alma errante.
Tuvo la fortuna que sus hermanos fueran a por él en sus últimos momentos.
Lo recordarán con su carácter recio. Yo no. Yo me quedo con su cara sonriente platicando conmigo juntos por la calle como nunca lo hicimos. Tal como lo soñé días antes de morir.
-¿Por qué no fue a la misa? Preguntó Cridsty.
-No quise- respondí.
Si no estuve en su vida, ¿de qué sirve estar en su muerte?
Es así, inexplicable para algunos. Tan claro para mí.