Aquel día Barry preguntó a Laura en qué época le habría gustado vivir. Ella comenzó a hablar con esa soltura que le caracteriza. En mi mente yo decía: ¡A mi, a mi, pregúntame a mi! No tenía la respuesta pero quería que me preguntara.
Estaba tan concentrada que no puse atención a lo que Laura respondió.
Luego Barry preguntó con quién le habría gustado casarse. Ella contestaba mientras yo decía en mi mente: ¡Hey pregúntame a mi! ¡A mi por dios!
Olvidé con quién dijo.
Pensé: Me casaría con Enrique indudablemente.
Preguntó cuál era su pasión. Como no queriendo murmuré: No me veo viviendo en otra época. Se hizo un silencio y después siguieron hablando.
Comenté por lo bajo: Ni siquiera sé cual es mi pasión
Se hizo otro silencio el que fue roto cuando Laura siguió charlando: No les echo la culpa, soy yo la que no sabe relacionarse. Igual nunca terminaré de aprender de fútbol ni de saber de qué hablan las melodías de Vetusta Morla o saber qué calle me conduce a cualquier lado. Ellos tienen tanto en común y yo apenas puedo pronunciar algo.
Me acordé del Pogh cuando empezaba a hablar y todos lo interrumpían al punto de fastidiarse y no decir más nada.
Y es que siempre ha sido así. No sé interactuar con la gente ni siquiera con mi familia. Soy muy callada y cuando quiero hablar siento que nada hay importante que decir. Me limito a escuchar.
Cuando había fiestas no sabía cuál era mi lugar. Iba con los jóvenes pero después de un rato no encontraba qué hacer. Con los de mi edad pasaba igual. No encontraba mi sitio. Los veía a todos platicando y riendo animadamente y yo sin saber qué hacer ni qué decir por eso a todos sorprende que el fin de semana haya ¨actuado¨ en una ¨obra¨ de teatro callejero fungiendo como la abuelita de Caperucita Roja.
Sin miedo al ridículo acepté participar. Un centenar de personas fijaba la vista en mi, no me dio pena. Estaba en mi papel, gesticulando y haciendo tonteras. Eso si, cuando terminó la ¨obra¨ tuve temor de quedar paralizada a medio camino pero afortunadamente pude llegar a donde estaban Barry y Laura prestos a ayudarme por si las moscas mientras la gente me aplaudía. ¡Gracias público!
Me da gusto ver que después de lo que pasó, Laura y Barry vuelvan a ser amigos. Se alegró mi alma cuando los vi arreglando juntos el baño de la casa de los aviones. La manera tan cordial en que platicaban me hizo sonreír. Me dio gusto escuchar lo orgullosa que Laura está de su padre y lo bien que él se sintió al ayudar a su hija.
Las cosas van volviendo a la normalidad. Entiendo -lo supe desde el principio- que nada volverá a ser como antes pero es bueno saber que mi familia sigue siendo indestructible.
Todo marcha como debiera aunque eso conlleve a volver a sentirme excluida de sus pláticas, eso no es novedad, sigo siendo muy callada.
Genio y figura...