Leo por tercera vez Cien años de soledad, voy anotando los nombres para hacer el árbol genealógico pero me hago líos con tantos Aurelianos, Arcadios, y Úrsulas.
Leo Los Amos de México, me pregunto cómo tanta riqueza está reunida en tan pocas manos. Me aburre y lo dejo de lado, tanta riqueza y poder me abruma. Tengo rencores que no olvido acerca de eso.
Leo La Biblia, me pregunto por qué dios maldijo a la higuera. Pero no debo preguntar, cuando lo hago soy inoportuna y me miran feo. Dejé de hablar de religión, a nadie le gusta que cuestionen sus creencias, tienen razón a mi no me gusta que lo hagan porque mis creencias se revuelven con mis frustraciones.
Leo Anónimo, me asusta pensar que un día pueda asistir a mi propio funeral. Sería extraño ver que la familia llore y uno no pueda consolarlos.
Veo por primera vez en mi vida El Padrino, me pregunto como es que estuve tanto tiempo viendo una película tan larga.
Oigo mil veces a Leonard Cohen, quizá debo cambiar de melodías en el aparatejo. ¨Baila conmigo hasta el fin del amor¨, con los ojos cerrados trato de concentrarme en el sueño pero no me deja el frío en mis pies.
Leo... oigo... miro... sueño... el insomnio persiste y esta soledad me está matando.
Afuera ya no llueve, las voces de los niños jugando en la calle se han dormido. El perro blanco lanudo, vagabundo por las calles vacías no ladra, puede ser que él si haya podido dormir después de tanto luchar con la gente que lo corre de cualquier lado sin darle ni un trocito de pan que es lo que busca, alimento que no ha probado desde hace mucho. Lo supe cuando le di una salchicha y la devoró casi sin masticar.
El refrigerador al arrancar es el único ruido que se oye en casa. Mis dedos ya no tiemblan, en reposo los mantengo para que no me distraigan con el choque entre ellos.
Quiero dormir así como cuando limpié toda mi casa para que el sueño me venciera. Cargo aún los cansancios que encontré en los baúles de mis hijos. Tenían tanto sin sacudir que los grillos habían hecho su casa en ellos. Las polillas terminaron con una carta con faltas de ortografía de una niña pequeña.
Leo para alimentar mi alma y concentrar mi espíritu en algo que me haga cerrar los ojos. Imagino que Aureliano Buendía se casa con Martha y Rubén se encuentra a dios para reclamarle que lo haya dejado asistir a su funeral. Los pescaditos de oro forman un collar que no se queda quieto en mi cuello. Carlos Slim saca de la pobreza a Macondo haciendo que sus habitantes vivan de rascarse la panza. Cohen en el clímax de mi desasosiego canta Allellujah y ... mis ojos siguen abiertos.
Quiero dormir, mi alma cabalga entre hábitos mal habidos, silencios extremos, tazas de café sin terminar. Un trozo de bolillo duro acompaña mi plato de noches sin dormir. Hojas de libros con personajes saltando de una historia a otra. Me pregunto si algún día volveré a dormir como dios manda si es que acaso dios algún día mandó a dormir. Así decía mi madre, duerme como dios manda, ¿Cómo manda dios que duerma?
Muero por dormir.