Los incautos caen en la boca del lobo queriendo redimirse inevitablemente equivocan el camino. Mi semidios es Sabina, Sin rendirle culto y nomás porque escribe rebuscadito como lo intento yo. Enrique no es más que un malnacido que no me ama. Osa perder la razón por otra bien formada. Vírgenes ignotas tocadas al azar por los donjuanes populares. Rockeros del amor matándolas con decibeles estridentes. Goma de opio por mi requerida. Malhaya el sino que así pare a las diosas del perfeccionismo.
Escatimo mi propio lenguaje vistiéndolo de ocres otoños. Tal quisiera de noche venir a poseer mi cuerpo de por sí abandonado. Trémula la mano escribe nada de lo que entiendo. Como si otro por mi escribiera. Metáforas insurrectas que nadie capta. Las sirenas mentirosas me tratan con benevolencia. Nadie entiende a nadie. Mimetizo mentiras. Ni objeto de estudio merece ser quien por las noches descorcha sus venas embriagàndose del no ser.
No me gusta esto que escribes, no tiene forma. Me provoca ira la verdad escueta, lampiña, sin afeites. No entiendo lo que quieres decir. Nada digo con mis ideas inconexas. La petite morte de lo inconcluso. Dejo que mi dedo medio, obsceno irreverente se deleite bailoteando sobre el teclado de luz blanquecina. No soy yo, es mi dedo conectado por un hilo fantasmal por quien me habita cuando escribo sin entender lo que escribo, en algún lado tiene que caber lo que en un imaginario dijo Neruda. La poesía se vuelve banal cuando la empiezas a entender. No me jacto ni remotamente de escribir poesía pero si de escribir lo que nadie entiende. Le doy énfasis al final. Los incautos caen inevitablemente en la boca del lobo perdiendo el tiempo leyendo un texto que de tanto querer decir no dice nada.
Redención absoluta. Levodopa en estado puro. Tú que no estás y yo que de amor temblando.
Bonan nokton vizitantoj.