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jueves, 14 de noviembre de 2024

Fantasmas limpios

Sus frágiles manos tallaban con fuerza las camisetas de los hermanos pequeños. De dos en dos para poder acabar pronto la pila de ropa sucia que aguardaba al lado del lavadero esperando turno. El lavadero donde mi madre dejó sus pulmones y la mitad de su vida. Tallando y tallando llantos y sonrisas pegadas a la ropa cual mácula perenne.

La llave del agua dejaba caer en la pileta el líquido transparente enjuagando las travesuras de los hijos,  marcadas en las rodillas del pantalón o en las camisas que de tanto usarse podían escribir un libro completo de aventuras ganadas con espadas de madera y soldaditos de plástico.

Aventuras vividas con los hermanos. Canicas, carritos de cartón y fichas de refresco como ruedas girando a velocidades superiores a la imaginación. Jugando ¨carreritas¨ en autopistas ilustradas con un trozo de cal o uno de tabique naranja. Cuantos sueños de niños se dibujan con sinceridad infantil.

Perder una carrera se pagaba con un chicloso o el muñeco favorito. Cuantas veces ¨El Santo¨ con su peculiar pose jugaba a ser moneda de cambio.  Alueguito descansando las aventuras se compartía un dulce y se sellaba con un abrazo fraterno la amistad fraterna. Esa que pase lo que pase siempre existirá.

La tierra con la que jugaban los hermanos dejaba rastros en sus caras y cuando los sollozos llegaban por algún motivo, el camino que dejaban quedaba marcado en el pequeño rostro matizado de tierra transformada en lodo por las  lágrimas. Con mano tierna la madre limpiaba con un trapo húmedo o la orilla de un delantal viejo desgarrado por el uso.  Un beso rápido sellaba el lloro para ella regresar afanosa a seguir lavando gestas heróicas.

Alrededor de la casa limitando su territorio, la barda de piedras colocadas por el padre para hacer ver a los hijos que de ahí no se pasaba.
¨Nadie sale sin mi permiso¨, decía el padre con voz de trueno.
El límite de sus sueños ( si es que los sueños tienen límite),  era la barrera de piedra. Sólo se podía atisbar el futuro por las rendijas entre piedra y piedra por donde los pequeñines se asomaban  a ver la vida.
Echaban a volar la imaginación sin dejarla volar tan alto para tenerla a la vista, pero tan bajo para sentirla segura y que no se escapara a ningún sitio mejor que el de su casa.

La madre levantada desde muy temprano comenzaba a lavar para aprovechar las horas de silencio que antecedían al bullicio que empezaba cuando uno de los niños despertaba y este comenzaba a molestar al otro.
Y el otro al otro. Y el otro a la otra como fichas de dominó cayendo una tras otra, hasta que el más pequeño pedía con llantos urgentes un biberón para saciar el hambre matutina.
De esa manera la casa estiraba sus brazos, y con un bostezo fuerte anunciaba a mamá que era hora de preparar el desayuno. En tanto Lou con manos y paciencia de madre ignota mecía entre sus pequeños brazos al bebé llorón.

Mientras la ropa blanca que mamá había tallado quedaba tendida en las piedras para que el sol le ayudara a dejar blanca una ropa que con solo verla, no se podría adivinar de que color era antes de usarse.

Todo el día, todos los días los lazos estaban ocupados con ropa secándose.
Sin descanso la madre los llenaba con ropa mojada y dejaba que el tiempo y el sol hicieran el resto para poder meterla ya seca y de nuevo esperar cómodamente doblada a ser usada.

En las noches, cuando la mayoría de los hijos estaban dormidos, me gustaba asomarme al patio. Veía la ropa blanca colgada en los  lazos moviéndose al compás del viento. La luna alumbraba con reflejos plateados un montón de entes blancos queriendo escapar de los lazos a los que estaban atados con pinzas imaginarias.
Parecían fantasmas queriendo soltarse para poder por fin, ahora si deveritas encontrar el descanso eterno.
Fantasmas limpios de dolor y de llanto sin peso que los tuviera anclados a los recuerdos de alguien.
Fantasmas que no me asustaban.

¿Cómo podían hacerlo si estaban limpios?, fantasmas buenos. Fantasmas blancos. Fantasmas lavados por las dulces manos de mi madre.


Un noviembre más con el recuerdo de tu sonrisa impregnada en el suave y duce sabor de las mandarinas.







 

sábado, 2 de noviembre de 2024

España cañí

Hace mucho mucho tiempo el hombre que fue mi padre gustaba de escuchar música de mariachi. Entre sus preferidos estaba un disco de acetato de 33 rpm titulado Mariachi Vargas de Tecatitlán cuya melodía principal era España cañí. 


En ese entonces el único referente que tenía de España era el país que conquistó al Imperio Mexica. Me llamaba la atención la palabra ¨cañí¨. Me llamaba la atención pero nunca lo investigué hasta hoy que estoy escribiendo esto.

Antes cuando no me gustaba ser mexicana -lo admito no me gustaban mis rasgos indígenas- yo quería ser española -pueden reírse un poco- porque primordialmente sus hombres tenían o tienen barba. A muchas mexicanas nos gustan los hombres barbudos y sepan ustedes que me casé con un lampiño cuyo bigote parece campo de fútbol por aquello de once en cada lado. De la barba ni hablar, le brotan unos cuantos pelitos. Los mexicanos les decimos a esos pelos ¨barbas de chivo¨.

Pasó el tiempo, la absurda idea pasó al olvido hasta que apareció en mi vida Enrique Bunbury. La idea de ser española ya no existía. No me resigné a ser mexicana simplemente fui aceptando mis raíces y pues es lo que hay y no hay manera de cambiarlo.

Para mi Enrique es el ideal del hombre español que me gusta. Es todo lo que diré porque luego Barry lee mi blog y Dios guarde la hora.

El punto es que yéndome a la actualidad he estado metida en un berenjenal de situaciones que no me han permitido actualizar nada de nada. Los amigos se van reduciendo, los blogs que me leen son menos, no puedo sentarme a escribir como antes. Mi vida barata y vacía ha cambiado mucho. Hay que pagar las consecuencias.

Para finalizar este rollo quiero decirles a todos los compañeros españoles que me visitan -la mayoría desde el principio así ha sido- que estoy enterada de la tragedia que está sucediendo en su país. Me apena mucho lo que están pasando. Los mexicanos lo hemos vivido varias ocasiones cuando las lluvias deciden caer en nuestro territorio de manera torrencial. Por donde vivo se desbordó un canal pero gracias al universo no llegó aquí.

Padecimos sequías por cinco años -donde vivo- este año las lluvias fueron tremendas tanto que los ríos y cauces se salieron de control inundando casas, comercios, etc., arrastrando las aguas personas, casas, coches, todo lo que estuviera a su alcance.

Hace unos tres días escuché en las noticias las inundaciones ocurridas allá. Vi imágenes sorprendiéndome del tamaño de la catástrofe.
No puedo hacer nada por ustedes pero si puedo decirles con todo mi corazón que espero pronto se sobrepongan a tamaña tragedia.

Sé que la Comunidad Valenciana fue una de las más afectadas así que me puse en contacto con el único amigo que conozco que vive ahí. Afortunadamente tanto él como su familia están bien. Sufrieron pérdidas materiales pero todos conservan la vida que es lo más importante.

Otros amigos viven en Barcelona, mi amigo que ya no me quiere vive en Catalunya, otros viven en Madrid, y los demás lo desconozco. Espero todísimos estén bien.
(Espero no haber dicho alguna tontería o una de esas burradas que se le salen a uno sin querer).

Cuídense mucho, los quiero más allá de todos los tiempos y del mar que nos separa.


Un abrazo fuerte y solidario.



















Musa con cuernos

PARA LA MALQUERIDA

La Malque es un corazón de sol escondido y mil silencios largos. Es beso de agua y luz de ciegos en el desierto diario. La leo y me leo. La leo y la siento. La leo y la quiero. Vamos de la mano desconocidos y alejados por los caminos rotos y astillados de la vida cansada y del tiempo huraño. Refunfuñamos por todo y hasta en el infierno tienen miedo de que un día aciago lleguen nuestros pasos. Chocamos con mil horas arañamos las rutinas odiamos la compasión nos dan risa los ángeles y mucha pena los diablos. Nos cansa todo y más que nada el resto de los humanos. A veces herviríamos a los que nos rodean y otras daríamos la vida por hacer reír a un chavo. La Malque es un corazón de sol escondido y mil silencios largos. Toro Salvaje

Porque siempre queda espacio para nuevas libertades.

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Ángeles de la fe

Yo traigo la verdad en mi palabra Vengo a decirte de un niño sin abrigo. Vengo a decir que hay inviernos que nos muerden, de la falta de un amigo. Vengo a contarte que hay luces que nos hieren, que existen noches sin whiskys ni placeres. Vengo a decirte que está cerca tu condena. Hoy una madre murió de pena. Déjame cantar, tengo vergüenza de ser humano como tú, en tu presencia. Descubrirme a mí mismo y en tu figura qué poca cosa somos sin ternura.