La mera verdá a veces creo que mi familia conspira contra mí. Los descubro susurrando a mis espaldas. Inmediatamente pienso ¨están hablando de mí¨. Guardan silencio haciéndose los desentendidos. Obvio no complotean pero así lo pienso.
Comienzo como las historias esas donde los protagonistas de una película se unen para mandar a la casa de la risa al personaje central de la historia. Así merito lo creo.
Dicen cosas que dije que no recuerdo haberlas dicho, luego, les digo que no pero no me escuchan. ¿Y si de verdad hago o digo cosas?
Le he dicho al neurólogo lo que está pasando, dice que es normal por el efecto del medicamento. Borro los días, pierdo las fechas, las palabras cobran otro significado. No sólo es un miembro de la familia sino casi todos. Dicen que dije lo que no dije.
Extravío dinero, pierdo momentos, entierro minutos en el simbolismo de lo inimaginario. Sueño con gente que no conozco. Los algo se hacen más evidentes, temo se hagan palpables. Me aterra lo desconocido. El corazón late y late como burro sin mecate. Pasan sigilosamente a mi lado. No les tomo en cuenta por miedo que me vean o intenten hablarme.
El médico ha recetado Clonazepam para conciliar el sueño. Le comenté sobre el aceite CBD y ha dicho en tono burlón que ahora resulta ser la panacea para todos los males. Ha dicho también que el aceite actúa de forma errática en el organismo por tanto no debe ser administrado en ninguna circunstancia. Si supiera que es lo que me está ayudando a no llegar a los límites de la cordura. Dice que los parkinsonianos tomamos hasta quince pastillas al día. Yo tomo más. Con las que me aumentó no respondo
No le he dicho a nadie de mi teoría. Antes que nada pasara hice prometer a mi familia a no internarme en la casa de locos. No señor, no estoy loca. Tengo tergiversados los cables de la razón y el entendimiento. La paranoia no tiene sentido. Nadie quiere hacerme daño. Sé que antes de tomar la decisión de enterrarme con los renglones torcidos pedirán mi opinión. Además si tuvieran que encerrarme tendré que ser yo la que les diga que lo hagan. Ojalá sea donde habita Terremoto Crazy, sería muy divertido el jolgorio que haríamos. Las costumbres de Terremoto y mis paranoias harían de ese mundo algo espectacular.
Cierto que ya no soy lo que antes fui, pero sigo siendo yo. Sigo decidiendo lo que me concierne. Si alguien conspirara sería una mala decisión. No tengo joyas ni dinero. Tengo muchas letras eso sin duda. Les dejaría mi emoción con letras trémulas, cartas de amor sin remitente dirigidas a todos aquellos que en mis juventudes bloggeras hicieron que me sintiera querida.. Eso refleja la falta de cariño que entonces necesitara. Siendo un alma solitaria, que alguien me hablara bonito hacía columpiar mi corazón en los cuernos de la luna.
El mundo sigue girando con o sin orates pretenciosas, casquivanas. Locuaz cantarina sin pelos en la lengua. Diezmada musa desempleada. Sumisa en apariencia. Escribidora de cuentos sin estilo. A veces el viento susurra mis muertos. El pasado ha quedado atrás mucho tiempo ha. No debo nada, ah si, a todo aquel que siendo mi amigo sabe de mis virtudes a través de mis debilidades.
Con el tiempo las cosas se han puesto en su lugar. Las conspiraciones no tienen cabida en la cabeza de alcornoque sobre mis hombros. Ya no soy culpable de todo, solamente de mis decisiones.
Confabulan en voz baja lo que habrán de hacer con lo que les toca. De todos modos Flor de María me llamo para los lejanos. Para los demás, la MaLquEridA nomás, sin más pretenciones que escribir lo que mis dedos sueñan.
Los tiempos muertos en los que se dividen lis días hacen que envíe notas mentales sin darme cuenta de ello. Lueguito o como sea me entero qué es lo que hice en mis ratos de inconciencia.
Como sea, esto seguirá pasando mientras el neurólogo siga medicándome estupidacientes que me tengan en el plano de la irrealidad.
-No deje de tomarse la Duloxetina- me dice al salir. Le voy a dar un esquema que debe cargar siempre para que no se le pase la hora de la medicina.
Algunas veces el médico llegó a darme pastillas de las que tenía guardadas en su escritorio. Yo en mi idiotez pensaba que era buena onda. Las pastillas son caras, el que nos las diera nos ahorraba dinero.
Un día desperté cuando alguien dijo que la medicina que daban los médicos eran muestras médicas que los laboratorios probaban en pacientes sin ellos estar enterados.
¡Vaya con el neurólogo! Hasta llegué a creer que le caía bien. Torpe, sigue confundiéndome con otra paciente en peores condiciones que yo. Me gustaría conocerla para ver con quien me confunde.
En ocasiones olvido el día en que vivo, el mes en que estamos, la hora, incluso nombres de cosas siendo esto muy evidente en los últimos tiempos. Me sé cuerda. No camino por el sendero de la desmemoria.
Si no saben más de mí es porque la locura ha dado paso a esa que no existe ni en la más remotas de mis aventuras oníricas.