Sus manos tallaban con fuerza las camisetas de los pequeños. De dos en dos para poder acabar pronto la pila de ropa sucia que aguardaba al lado del lavadero esperando su turno. El lavadero donde mi madre dejó sus pulmones y la mitad de su vida.
La llave del agua dejaba caer en la pileta el líquido transparente que enjuagaba las travesuras de los hijos, marcadas en las rodillas del pantalón o en las camisas que de tanto usarse podían escribir un libro completo de aventuras ganadas con espadas de madera y soldaditos de plástico.
O aventuras perdidas con los otros hermanos con canicas y carritos de cartón y fichas de refresco.
Las derrotas eran pagadas con un chicloso o el muñeco favorito y que se olvidaban después de compartir un dulce y se sellaban con un abrazo fraterno.
La tierra con la que jugaban dejaba rastros en sus caras y cuando las lágrimas llegaban por algún motivo, el camino que dejaban quedaba marcado en su carita, que después era limpiada por la madre con un trapo mojado y un beso rápido para regresar afanosa a seguir lavando gestas heroícas.
Al rededor de la casa limitando su territorio, la barda de piedras colocadas por el padre para hacer ver a sus hijos que de ahí no se pasaba.
¨Nadie sale sin mi permiso¨, decía el padre con voz de trueno.
El límite de sus sueños ( si es que los sueños tienen límite), era la barda de piedra, solo se podía atisbar el futuro por las rendijas que quedaban entre piedra y piedra y por donde los pequeñines se asomaban a ver la vida.
Era por donde echaban a volar la imaginación pero sin dejarla volar tan alto para tenerla a la vista, segura y que no se escapara.
La madre se levantaba desde muy temprano a lavar para poder aprovechar las horas de silencio que antecedían al bullicio, que empezaba cuando uno de los niños despertaba y este comenzaba a molestar al otro.
Y el otro al otro, como fichas de dominó que cae una tras otra, hasta que el más pequeño pedía con llantos urgentes un biberón para poder saciar su hambre matutina.
Así hasta que la casa estiraba sus brazos, y con un bostezo fuerte anunciaba a la madre que era hora de dar el desayuno.
Mientras la ropa blanca que mamá había tallado quedaba tendida en las piedras para que el sol le ayudara a dejar blanca una ropa que con solo verla, no se podría adivinar de que color era antes de usarse.
Todo el día, todos los días los lazos estaban ocupados con ropa secándose.
Sin descanso la madre los llenaba con ropa mojada y dejaba que el tiempo y el sol hicieran el resto para poder meterla ya seca y de nuevo esperar cómodamente doblada a ser usada.
En las noches, cuando la mayoría de los hijos estaban dormidos, me gustaba asomarme al patio. Veía la ropa blanca que atada al lazo, se movía al compás del viento. La luz de la luna alumbraba con reflejos plateados un montón de entes blancos que querían escapar de los lazos a los que estaban atados con unas pinzas.
Parecían fantasmas queriendo soltarse para poder por fin encontrar el descanso eterno.
Fantasmas limpios de dolor y de llanto.sin peso ya que los tuviera anclados a los recuerdos de alguien.
Fantasmas que no me asustaban.
¿Cómo podían hacerlo si eran fantasmas limpios?, fantasmas buenos.
Fantasmas lavados por las dulces manos de mi madre.
Fantasmas.... no se, serían más vivos que otra cosas... no crees?
ResponderEliminarUn beso cielo
Es de esperarse que aquello que es tocado por las manos de una madre no dede dar miedo.
ResponderEliminarSaludos...
Casi lloro... y es q yo recuerdo no sòlo los fantasmas que mi madre dejaba limpios, si no tambièn los que lavaba mi abuela... mi abuelita, en ese lavadero que aùn existe pero mucho màs gastado q antes y con claras huellas de que fue arduamente utilizado... como me gustaba tmb ver esos fantasmitas y fantasmotas, que dejaban atràs dolor y llanto, pero tambièn un dolor de manos y espalda en estas dos hermosas mujeres...
ResponderEliminarhoy, siguen poniendo sus fantasmitas al sol, pero son fantasmas fabricaso por una cajota llamada lavadora.
Comadre, como me gusta cuando me haces viajar tan lejos con esa forma de narrar tan tuya, fui y vi los fantasmas y regrese a mi lugar sin haber camino un metro de distancia. :D Saludos comadre y feliz inicio de semana.
ResponderEliminarComadre, como me gusta cuando me haces viajar tan lejos con esa forma de narrar tan tuya, fui y vi los fantasmas y regrese a mi lugar sin haber camino un metro de distancia. :D Saludos comadre y feliz inicio de semana.
ResponderEliminarjajajaj y ahora pk Benito y Babo tienen puesto como gorro de abuelita O.o jajaja
ResponderEliminarLa ropa blanca se lava primero luego toda la de color no se revuelven porque despintan
Es lo que siempre me dice mi mama :S jaja para que no eche a perder la ropa :D ay esas mamis que hariamos sin ellas y sus consejos!
buen dia Malquerida!!!!!!!!
Fantasms que traen consigo una aventura... "enjuagaba las travesuras de los hijos".. esa frase me encantó!!
ResponderEliminarSaludos Malque!!
xD
Muy bonito, eso de los fantasmas que se quedan custodiando la memoria, para que sea un recuerdo amable, con olor a limpieza y travesura.
ResponderEliminarUn abrazo.
:) Que bonito, como puede un niño ver tantas cosas en algo tan ordinario, esas cosas se extrañan.
ResponderEliminarAunque a mi me hubiera dado miedo pensar qeu fueran fantasmas.
:( tengo que colgar un monton de esos fantasmas :( me da flojera subir tantos
ResponderEliminaresos fantamas siempre van a estar presentes, por que son buenos y bonitos y mientras se sigan manifestando el recuerdo de tu mami seguira estando presente =)
ResponderEliminarsaluditos!
Amo el olor de la ropa limpia
ResponderEliminarme gusta como se ve especialmente si es blanca
y ahora que lo pienso más me gustan aún los fantasmas si mancha que se pueden liberar.
Beso
Que buen post. Sii, me gustó mucho.
ResponderEliminarHay una persona que me deja mensajes, en un lugar "x", que yo le llamo fantasma...jaAJAJA!
Cariños, eternos!!
yo el unico fantasma que conozco es "Gasparin"...y aparte de bueno es limpio, buena onda y cariñoso
ResponderEliminarbuena semana!!!
Esta historia me recordo a mi nona.!! Gracias por compartirla. Saludos
ResponderEliminarahhh me acordè de las manitas de mi Marìa... con pequitas, suavecitas, con sus uñas impecables a pesar de años de lavar, de trabajar, de cocinar, de cuidarnos... su olir a limpio siempre, y esa ropa ahhh suavecita y siempre limpia.... ahh mi Marìa como ha trabajado ella ... que bendiciòn... hasta ganas de chillar me dieron ayy
ResponderEliminaresos si son bonitos recuerdos de avistamentos de fantasmas nocturnos
ResponderEliminarMuy bonito tu relato, pero lo que más me gustó "Fantasmas lavados por las dulces manos de mi madre."
ResponderEliminarEsta última la sentí, me llegó...
Besos limpios!
alex: Demasiado vivos, diría yo.
ResponderEliminarSaludos.
Amorphis: Nunca.
Saludos.
Cuetzpallin: Tu también ves fantasmas al igual que yo.
Abrazo.
Ángel: Muchas gracias.
Besos.
Ely: Noooo, tienen su sudadera y en esa foto tenían mucho frío, así que les pusimos su gorrito.
Mira en lo de la ropa, jjeje, yo empiezo lavando la mezclilla, luego la oscura, luego la de color, luego la blanca que también se separa porque los calcetines hacen pelusa y no se pueden revolver con las camisetas y camisas, jeje
Saludos.
Pashmina: :)
IvaniUS: Dijiste mi relato pero sintetizado y con otras palabras.
Besos.
Angie: ¿Quién dijo miedo?, no pasa nada.
Saludos.
Alevosía: Te ayudo, si quieres.
:)
Pekeña: Gracias, eres muy tierna.
ResponderEliminarBesos.
Mau: :)
Saqy: Cuenta quien es, anda.
P´Pito: Ajaaaaaaa
Verónika: Besos.
Alma: Las manos de una madre tienen el don de curar, de hacer reir, tienen todo.
Besos.
Xhabyra: Avistamientos de seres que existían en mi cabeza.
Saludos.
Lulu: Que bien que te gustó.
Besos.
Bellísimo, de verdad que sí.
ResponderEliminarUn post hermoso. Has escrito lindos, pero este es de los que mas me han gustado.
ResponderEliminarLavar a mano es bien cansado, verdad? Pero la ropa queda mucho mejor lavada asi y secada al sol que en lavadora y con secadora.
Gracais MaLquE